viernes, 19 de diciembre de 2008

¿CUENTOS DE NAVIDAD?


Siempre que llegan estos días, al finalizar el calendario de cada año las reflexiones de cada uno se hacen nostálgicas, y miramos hacia atrás, recordamos seres y pasajes, paisajes y rostros, hacemos uso de la memoria y recurrimos a los más diversos trucos para sacudirnos lo malo y crear en nosotros la esperanza de un volver a empezar.

La buena nueva es que desde hace dos mil años nos vienen contando la misma “historia” con el nombre de Navidad. Rebrote de esperanza, “renuevo de olivo”, nuevo impulso a la vida, desde lo más pobre, desde lo más abajo posible, para que nadie quede fuera por no tener lo mínimo para sacudirse la malaria.

El caso es que solamente se trataba del nacimiento de un “niño”, pero al parecer fue como el brote de una hoguera en medio de un bloque inmenso de hielo, para unos significó salir del frío y para otros derretir el fundamento, la base que sustentaba su poder sobre los más débiles y sobre los más abandonados. De ahí el terror, para muchos, de que ese “niño” viniese a quitarles lo que con tanto mal habían adquirido, y el mejor sistema que se inventaron fue: si no sé quién es, lo mejor es acabar con todo posible enemigo, si acabo con cualquier brote, no doy oportunidad alguna a que nazca una flor en el desierto. No doy posibilidad a que la luz aclare la noche o la hoguera rompa el hielo y surja la vida.

Ese es el sistema que se está calcando en la actualidad. Si no doy pié a que se manifiesten señales, de que hace dos mil años más o menos en Belén de Judá nació un “niño” que era el gran milagro de la naturaleza, hombre y Dios al mismo tiempo, que era tan débil como un humano, tan poderoso como el Único, a la vez el Origen y el Fin, difícil de pensar y creer, pero tan perseguido por si fuera verdad, ¡no vaya a ser que acabe con todo lo que tengo y me he procurado!; si no dejo rastro ni señal digo, podré dormir tranquilo sobre mi montón de estiércol, porque me es más fácil pensar en un ente de razón como un Centauro : caballo y hombre al mismo tiempo, pero que no me va a quitar nada, lo más podría estar a mi servicio, que en ese “niño Dios” que exige de mí una donación a los demás, y un abandonarme al amor.

Difícil entender, que se vuelvan a celebrar las calendas del invierno, sin ninguna referencia a Belén, lo más aprovechar la idiotez de los que solamente ven en estas fiestas una celebración del gasto compulsivo, a pesar de la tan referenciada “crisis” sin referencia espiritual alguna. A lo más reunirse en “familia”, con la ligera esperanza de recordar nostálgicamente a los que, ya sí de una vez por todas –quizás-, no necesitarán de fechas ni manifestaciones especiales para saber la verdad sin traba alguna. Por eso con la excusa de una modernización de los signos navideños, en estas fiestas se ha suprimido cualquier referencia a la conmemoración del nacimiento de Jesús en Belén y se adornan las calles con flores y signos de las calendas de invierno, y después pensaremos que lo elegante y cortés es decir a los vecinos y conocidos: Feliz Navidad. Cuando se nos invita constantemente a cambiar el saludo hacia, “¡que tengas un buen negocio, y finalices el año con un trabajo y no te lo quiten en el próximo!”.
¡A se me olvidaba, yo sí creo en NAVIDAD!