viernes, 30 de mayo de 2008

................Así es mi forma de ser...................

Tal día como hoy hace treinta y un año me identifiqué con el futuro. Quiero decir que la mujer con la que comparto mi vida, fructificó nuestro encuentro pariendo una vida nueva; nuestra hija. Fue el momento de identificar sueños, especulaciones sobre su pelo, el color de sus ojos y si tendría todos los deditos –en ese momento las ecografías no eran tan precisas, ni tan frecuentes-. La verdad es que todos sonreíamos y todos estábamos satisfechos. Nuestra bebé era perfecta.

Yo hombre religioso, no alcé los brazos al cielo, pero sí me retiré en soledad para dar gracias en una pequeña oración a quién tuviera el primer impulso de crear al hombre, porque me hizo conocer a mi primera hija. Unos meses más tarde tuve la respuesta con otra belleza de la naturaleza humana, mi segunda hija.

La materia de la que estaban hechas mis dos hijas procedía de la misma cantera familiar, por lo tanto, en su aspecto material genético del ADN –el que tanto miran los detectives del CSI- son iguales, pero no se puede decir lo mismo de su forma de ser. ¿Cómo se puede ser tan diferente?

La Forma, en el sentido filosófico que le daban los aristotélicos es la Esencia del ser, lo que realiza en sí misma a la materia y la hace distinta en cada ser de la naturaleza. Pero yo no voy ahora a desarrollar la teoría hylemórfica de Aristóteles, no pretendo tanto. Sólo intento desentrañar la realidad de un hecho: dos nacidas de un mismo ser, genéticamente inseminadas por otro mismo ser, materialmente la misma arcilla, la misma cantera y temporalmente cercanas en el tiempo, ¡tan distintas!

Pero hay algo más, yo soy mellizo de un parto gemelar, alimentado por la misma placenta y envuelto en el mismo saco vitelino, puedo constatar por mí mismo y así lo constatan también los que nos conocen, que somos totalmente diferentes, aunque físicamente nos parezcamos como hermanos.

El hecho real es que todos y cada uno de los seres humanos que poblamos este planeta podemos decir sin equivocarnos: “es mi forma de ser”, “soy como soy y no lo puedo evitar”. Mi intuición me lleva a rebuscar en la psiqué de cada uno, en sus laberintos cerebrales, las curvas y contra curvas que en el cerebro van motivando la esencia específica de cada ser. Pero quedo un tanto insatisfecho. Porque dos que nacen en el mismo nido, reciben el mismo cariño, los mismos juegos, los mismos “cachetes” –literales y metafóricos- de la vida, y se forman alfabéticamente o analfabéticamente igual, ¿cómo pueden ser tan distintos?, en reacciones, gustos, y realización de las oportunidades en la vida.

Alguna vez, mientras íbamos creciendo y desarrollándonos en el entorno familiar o social en el que lo hicimos, hemos oído recriminarnos nuestra forma de ser: "¡a ver si de una vez por fin cambias tú forma de ser!", o algo parecido, e incluso lo hemos dicho posteriormente a otros. ¿Qué es lo que pretendían o pretendíamos con ello? ¿Intentábamos cambiar la esencia misma del ser de cada uno?, o quizás lo más justo es que queríamos hacer un verdadero duplicado de nuestra forma de ser, y por lo tanto de ver e interpretar el mundo como lo hacemos cada uno de nosotros.

Yo creo que un mundo de calcos sería totalmente frustrante, porque nos devolvería la imagen de nuestros propios defectos, no aportaría nada nuevo, y no nos dejaría tener ilusiones por ver algo nuevo y distinto a nosotros, por enriquecernos en cada uno, con su forma de ser y de pensar, siempre y cuando todos respeten la misma regla, y sepamos agradecer con una pequeña oración la diversidad de formas esenciales en nuestra materia.

Un solo apunte a tener en cuenta en todo esto; no hay que confundir la forma de ser de cada uno, con el carácter de cada persona. El carácter es algo más secundario, aunque principal en nuestra vida, es algo en lo que podemos ser más influenciados o que podemos manipular nosotros mismos. La esencia de nuestra vida, nuestra forma de ser, es algo más substancial, menos manipulable, en definitiva más laberíntica.

miércoles, 21 de mayo de 2008

HACE DOS DIAS CUMPLI 95 AÑOS

Realmente ¿Cuántos años tenemos?, ¿cual es nuestra edad verdadera? Cada uno sabe que llega un día en el calendario que está señalado como el recuerdo de su aterrizaje natural en el mundo, y ese día se tiene como la fecha inicial en nuestro paseo histórico por la tierra. Pero es esto realmente cierto, o tendríamos que mirar más atrás.

El hecho es que en todas las biografías tenidas como cánones, no han de faltar los consabidos árboles genealógicos, donde la línea paterna o materna son tenidas muy en cuenta, porque las diferentes ramas genealógicas suponen muchas veces movimientos históricos fundamentales, uno de ellos es que incluso hay pueblos que todavía esperan al nacido de la tribu de la casa de David, que les salve, el “Mesías” redentor, como es el caso del pueblo judío.

Pero yo no voy tan lejos; en mi mismo, en mi pequeña biografía, el vientre que me engendró tuvo su llegada a este mundo el 19 de mayo de 1913, cuatro años y seis días antes de las apariciones marianas en Cova do Iria. No se si sería un ángel de aquella cohorte, o si apenas se rozó con ellos en ese advenimiento, lo que sí sé, es que desde que tengo memoria ese ser nacido era mi madre en la Tierra, su verdad y su dulzura aún la conservo, y en realidad ya en ella aquellos genes que me sustentan estaban en vida, por eso no sé en realidad cuántos años tengo.

Es verdad que era mi madre de carne y huesos mortales, no era lo que se dice una santa, pero para mi fue el mejor alimento que tomé, su vida siempre corrió por mi vida, como corría la vida de su madre en la suya, y así hacia atrás ¿desde donde? El resultado histórico de mi yo actual, es que en mi propia vida convergente también la vida de mi padre. ¡Caramba qué viejo soy!, y cuánta historia tengo. Lástima no haber sabido, o que no me hubieran contado esto antes, y hoy entiendo mucho más a los arqueólogos e historiadores.

Entendería mucho mejor mi relación con los otros seres pasados, presentes y futuros de este mundo. Lloraría más sus males y me alegraría de sus felicidades, pero ¡Ay qué mala es la envidia entre los hermanos! Si yo quiero a todos, pero no puedo, “es superior a mi” amar o demostrar mis sentimientos con tal o cual persona (“hermanas o hermanos”), no tengo la culpa o no soy responsable de su dolor o su miseria…
¿De verdad podemos pensarlo así? Abro desde aquí una dialéctica imprevisible, con todo aquel que pase por delante de la puerta de mi cueva.

viernes, 9 de mayo de 2008

MODERNOS ESCARABAJOS PELOTEROS



Siempre pensé que todo lo que empieza, por lo que tiene de incógnita y novedad es algo muy atractivo para el ser humano. Todo el futuro en un interrogante, da un sentido de vértigo absoluto, y abre en el espíritu el ansia por saber, la pasión por lo desconocido.

Adentrarse en una cueva o investigar lo profundo de una sima o la oscuridad del mar, produce en el hombre un torbellino mareante e la boca del estómago, es la llamada del riesgo o la aventura por el descubrimiento. El cuento de Alí Baba tenía mi infancia sobrecogida por aquello de “ábrete sésamo”, que nos posibilitaba la entrada en lo desconocido de la montaña mágica y llena de futuros tesoros.

Tal vez por eso quedé sorprendido el otro día cuando oí por la radio que se habían subastado dos excrementos arqueológicos de dinosaurio, y por un valor muy grande. Mis oídos todavía se resienten de la sorpresa, es todo lo contrario de lo que pensaba anteriormente. Los excrementos son la señal de lo definitivamente acabado, el fin de un ciclo. Si lo pisamos en las aceras de nuestras modernas ciudades, un ¡¡vaya he pisado una mierda!! , es lo primero que exclamamos, y nos apresuramos a restregar nuestro zapato para desprendernos de algo que es inservible, huele mal y deja su huella de finitud, de límite absoluto, ¡ya no hay futuro!

La reflexión me vuelve a meter de lleno en un torbellino, porque si me atengo al diccionario, los excrementos son lo último, el final, no hay salida, es lo escatológico, lo postrimero, la ultratumba. Ya estoy otra vez en la oscuridad más absoluta, el vértigo y la nausea.

Será por eso que cada vez que el hombre se aproxima más a su soberbia, se cree más poderoso, usa más de este vocablo; porque en los medios de comunicación los que aparecen hablando lo utilizan muy a menudo, o te envían hacia ese final en cuanto te descuidas: ¡vete a la mierda!, o ¡me importa una mierda!

Por eso me espanta el círculo, la pregunta es: ¿se trata de un principio o de un final? Si principio, es algo maravilloso, el escarabajo pelotero hace de ello su vida, rodando su bola de excrementos dando alimento a su prole. Como Sísifo, al que le iba la vida por alcanzar la cima con su bola de penitente del averno. Pero si es final, solamente queda dar el salto y no pisar las heces para superar la ultratumba y romper la cúpula para ver si el sol está a nuestra izquierda o a nuestra derecha y alcanzarlo con nuestras manos, e iluminar nuestra vida.

La mierda al fin se convertiría en trampolín en lugar de trampa, y las heces en principio fecundador de vida y así poder obtener más vida, con el apoyo de lo que fue anterior, y lo que supone de impulso.

¡Lo logré!, alcancé a comprender el valor de la mierda, y el por qué alguien pagó una fortuna, a lo mejor ya acabada, por un principio de futuro, que ¿quién sabe?, logra reiniciar una nueva vida en este paraíso decadente. A fin de cuentas nacer de esta forma lo hacía el ave Fenix.