martes, 29 de abril de 2008

UN CEREBRO PRESTADO



Estaba en ese silencio que precede siempre a una explosión creativa. Mi mente diría que estaba vacía, y al instante me sentí como flotando, era todo de un color, no rosa, no verde, no azul, era un no color que como un celofán lo envolvía todo,era líquido oloroso y con una sensación de sabor acre, que tiraba de mi mano hacia lo que era una boca abierta, ¿para qué?.

¡PARA EXPLORAR!

El mando a distancia de la televisión se paralizó en la imagen que mostraba en ese momento. Un hombre, al menos parecía eso, colgaba sentado en un arnés y flotando en el cielo, tirado por un racimo de globos de colores. La imagen era bonita, el “niño” era jalado por la ilusión de un ICARO moderno, llegar a tocar el cielo con las manos parece la utopía de cualquier humano, ¡pero con tan poco artilugio, de forma tan simple!, parece un desafío a los dioses del Olimpo.

La ilusión de alcanzar lo inalcanzable, de subir, de alzar los pies de la tierra nos ha hecho siempre mucho daño. Por esa manera de ser que tenemos los humanos, hemos creído siempre que procedemos de los árboles, que un buen día bajamos al suelo, y nos pusimos a andar en equilibrio sobre dos patas. ¡Vaya error!, permitidme que en mi alegoría sea al revés.

Procedemos del suelo feraz que nos hizo crecer hacia arriba. Mirando a nuestro derredor, no nos distinguíamos de los pinos, de los abedules, de los eucaliptos, ni siquiera de los cardos, ni de las distintas clases de yerbas, que junto a nosotros hundían sus raíces en el suelo. Y nos cayeron lágrimas de prisión infinita. Y ¿dónde está la libertad?, gimió algo como espiritual dentro de nuestro tronco.

Otra vez miramos hacia arriba, y a través de las ventanas abiertas por el viento, después de haber llovido, vimos los colores de un arco inmenso, y quisimos alcanzar aquella puerta que se nos ofrecía. ¡Vuelta a la nostalgia!, la opresión en círculos cada vez más grandes, la piedra había sido tirada en el centro de ese infinito lago interior, y las aguas se movieron en un maremoto (el tsunami todavía no existía), que nos arrancó de cuajo de la prisión, lanzándonos hacia arriba, rompimos la cúpula del bosque y nos agarramos con todas nuestras fuerzas al alfeizar de la ventana del Olimpo con una mano, y con la otra al cuerno de una luna –amarilla- en cuarto creciente.

De esa guisa nos encontraron los dioses, balanceándonos y con el terror pintado en nuestra cara de medio simio, pero con los pelos erizados por la ilusión y el salto cualitativo, y los dioses se apiadaron de nosotros, y nos insuflaron el pneuma, una especie de aire de vida, una especie de espíritu, y entre el ruido de sus risas, mirándose los unos a los otros, nos dejaron caer despacio, flotando hasta el suelo.

Cuando llegamos al suelo nos creímos dioses, porque veníamos de arriba, a pesar de que aún apenas teníamos dos pensamientos seguidos, el primero que se nos ocurrió fue crecer y crecer para arrebatar el cielo a los dioses. Para ello lo más urgente es hacernos los amos de la Tierra, y una vez sometida, humillada y puesta toda ella y sus elementos a nuestro servicio, encumbrarnos como los príncipes absolutos, y arriba en el pico más alto, decir: no hay otro dios que YO, y lanzarnos al vacío.

El nuevo amanecer pilló a los dioses, recogiendo los trozos de un príncipe equivocado. Los dioses iban llorando.

martes, 22 de abril de 2008

ELEGIR UN ENTRENADOR

"La razón no se tiene por inercia, a pesar de que el movimiento continúe y parezca que todo funciona bien, porque funciona como siempre, con ese ruido habitual que, de continuo que es, ya no nos afecta , no lo percibimos por rutinario, por lo poco que nos asombra, ya ni siquiera nos disturba, ni nos incomoda, ahí está como la puerta de Alcalá, que ni nos asombra su monumentalidad. Juan Ramón Jiménez decía de la rosa, 'no la toquéis, así es la rosa'. Esta es una razón sin antítesis, sin pasar por el crisol de sus fundamentos y, claro, esta razón y sus razonamientos no sufren el desgaste de las otras razones, y por lo tanto no pueden experimentar su verdad en una justa disputa con contrarios".

Si alguno hay que haya podido entender algo del párrafo de arriba, estoy completamente seguro de que su carrera profesional está en la política. No debe dudar un instante, deberá apuntarse a un partido político y sacar su carné de afiliación, en poco tiempo echará profundas raíces, porque su cerebro está preparado para lo superfluo, para no entender lo evidente y para creer cualquier proyecto tan bien explicado como el descrito.

En seguida su jefe de filas lo sabrá distinguir entre el pelotón de ineptos que no han entendido nada, y lo pondrá como ejemplo del buen miembro del partido.

Se trata de no presentar programa alguno que contenga un mínimo de sindéresis, que se fundamente en proceso de búsqueda contrastada, competente, sin iras superfluas o envidias adivinadas ya desde las mismas estructuras del vestuario, desde el banquillo de los suplentes, desde las cédulas de los distritos de ese partido.

Han perdido y al mismo tiempo han ganado. Siempre ocurre con lo que no tiene sentido. Por eso no es extraño que solamente se ganen competiciones locales, o a lo más intentar ganar fuera de las fronteras el reconocimiento entre aquellos que se juntan para lamentarse en otro idioma.

En lo anterior la política se parece mucho al fútbol. Se gana alguna competición sin importancia, y de la gran competición, que no se gana, siempre tienen la culpa, o bien los jueces que arbitran el juego, o los dineros mal gastados, o la afición que no llena los estadios y no apoya con su "fiebre partidista" al equipo.

Al final es mejor cambiar al entrenador, él siempre tiene que pagar el fracaso de las últimas competiciones.

¡Pero si hemos ganado!, hasta el del bombo y la tele lo celebran, pero la copa la tiene el contrario. Esto es porque no hemos sabido dar la imagen de un equipo ganador, dice el listo de turno. Si hubiésemos presentado a tal o a cual, u otra alineación seguro que otro gallo nos cantara. Nos han robado en el movimiento de banquillo, en el vestuario.

De eso nada, bajemos a los vestuarios, averigüemos "quién les entregó la llave", y discutamos cual debe ser nuestra imagen.

Unos opinarán que hay que cambiar la indumentaria; otros que es mejor cambiar la puerta, o incluso el estadio, que es demasiado grande para jugar en él. Otros que así no se gana nada, que hay que invertir más en publicidad, que todo es cuestión de dinero, de poner nerviosos a los contrarios, de comprar a los árbitros, de dar mejores sueldos a los miembros del equipo para que su fidelidad sea a toda prueba..., o de fichar a tal o cual estrella del momento.

Ninguno piensa en hacer un PROGRAMA en consecuencia, desde un principio hacia unas metas. Lograr el triunfo no es algo que se logre sin sentido común, porque siempre que falta este ingrediente los problemas surgen sin una solución fundamentada, y los parches son tan evidentes que no soportan ninguna situación continuada. Por eso el pasteleo es continuación obligada a la falta de criterios firmes, de programas consensuados con el público, la afición e incluso con los competidores.

De todas formas cada españolito es un presidente de gobierno, y un seleccionador nacional de nuestro equipo, y así nos va.

Lo único que hacen los del banquillo es gritar ¡esa botella de agua, pasadla de una puñetera vez, que ya me toca, y me muero de sed!, ¿y yo? ¡¿cuándo salgo a jugar?!

¡Tú a callar y a ver si entrenas mejor!

lunes, 14 de abril de 2008

EL SINDROME DEL BOTIJO


Tendría yo como dieciséis años, y como la cuestión económica no era muy boyante, y se presentaban tres meses de verano sin planes especiales, había que emplear a fondo la imaginación para sustituir la escasez.

Recuerdo que en esos tan nostálgicos años sesenta, no iban a la playa y lugares de veraneo nada más que los muy ricos o familias de rancio abolengo. Los demás nos contentábamos con pasear en la Casa de Campo o ir al parque del Retiro cuando pintaba bien.

Haciendo un alarde de imaginación, mi madre pensó que si nos apuntaba a un taller escuela en algún centro que estuviese cerca del mar, podríamos disfrutar, al menos los domingos, de un rato en la playa. Pensado y hecho, nos apuntó a mi hermano y a mí a un centro taller-escuela en Málaga. Allí nos fuimos con nuestro aspecto de pardillos, de los que salen por primera vez de la casa familiar, es decir con cara de buenos y alucinados, dispuestos a aprender el oficio de instaladores electricistas, que siempre vendría bien para cambiar “los plomos” cuando sufrían un cortocircuito, o arreglar la plancha de mamá.

Viajamos a Málaga en un expreso que ¡ya quisiera el “expreso de medianoche"!, entre que los asientos eran bancos de madera, y el tren -de los que hoy con gran orgullo visitamos en el museo del tren- de vapor a carbón.

En el mes de julio, sin una gota de agua que refrescase nuestra lengua –todavía no era común la botella de agua- , solamente se me ocurrió ir al w.c. para refrescarme, y al abrir el grifo me sacudió un golpe de aire caliente que estuvo a punto de quemarme la cara; así que empujé la palanca de lo que parecía el vater, y resultó que lo que vieron mis ojos fueron las vías del tren corriendo como caballos desbocados, ¡me asusté! y corrí tanto como las vías hacia el banco del departamento que compartíamos con otros viajeros, entre ellos dos soldados de regulares; una señora ancha de caderas como una camilla, de Tomelloso, que iba a vender quesos y arrope a Vélez Málaga; un cura al que le atufaban los pies porque llevaba sandalias, que creo no se quitó desde su primera tonsura; y cuatro moritos que iban a hacer trasbordo en Córdoba, para ir dirección a Algeciras, acompañados por un guardia civil.

La primera parada en Alcázar de San Juan fue un oasis, un “aguaoor” llevaba dos botijos y por la ventanilla nos alcanzó uno, que con gran fortuna para nosotros recogió uno de los regulares y, mediante el pago de 10 céntimos de peseta -lo que se llamaba un perra gorda-, nos pudimos hacer con unas gotas de agua, ya que no se permitía chupar del piporro, como pesaba bastante se nos derramó el agua por toda la camisa, y todos rieron porque no sabíamos beber en botijo, y nos pusimos rojos de vergüenza mi hermano y yo. Así que uno de los regulares hizo un vasito de papel con una cuartilla, y pudimos apagar nuestra sed.

Cuando llegamos a Málaga, al entrar en la casa donde íbamos a vivir durante tres meses, lo primero que vimos fue un hermosísimo botijo, puesto al fresco en una ventana. Pedimos el permiso correspondiente y nos dispusimos a beber. La sorpresa fue de las que hacen recuerdo, el sabor de aquel líquido no se parecía al agua. Estaba caliente como caldo recién hecho y su sabor era como el olor de una estera vieja mojada, pisada y puesta al sol (creo que así se puede imaginar algo), el salto hacia atrás sorprendió a todos y apunto estuve de tirar al suelo el botijo y romperlo.

El tiempo y la costumbre nos hicieron ir aceptando el sabor y el valor que tenía el agua en esa parte de la península, donde la escasez del elemento y su calidad hicieron que se fuera creando en nosotros la conciencia de su enorme importancia.

Es verdad que en esos años de la dictadura franquista una de las preocupaciones era la regulación de las cuencas de los ríos, yo creo que más por la producción hidroeléctrica que por el consumo humano, “Paco el rana” -así llamaban al dictador durante su mandato, porque construía muchos pantanos, inundando pueblos y paisajes-, aparecía como un moderno Moisés dando de beber a su pueblo en el desierto, con el famoso “Plan Badajoz", y las piraguas surcando las aguas de Entrepeñas y Buendía en mitad de La Mancha, el españolito se hacía la ilusión de vivir en un país escandinavo.

Lo contrario nos ha pasado, tan cómodos en nuestros progresos industriales y políticos, entretenidos en nuestra integración europea, y de tal manera hemos idos desacralizando el agua, que ya no sacamos los santos a la calle para que llueva, y los niños ya no cantan aquello de “que llueva, que llueva, la virgen de la cueva… las nubes se levantan, ... que sí que no que caiga un chaparrón”, ni “el patio de mi casa es particular, cuando llueve se moja como los demás”. Ahora ni la virgen es tenida en cuenta, porque la cosa no va muy bien con los obispos y el concordato está en entredicho, ni el patio es particular, es de la comunidad de vecinos, y está sucio y abandonado.

A lo que voy, en definitiva, es a que estamos en una crisis fundamental para la vida, nos estamos quedando sin agua y los políticos se la niegan por fronteras comunitarias. Desde cuándo lo que cae del cielo es particular. Será necesario volver a la técnica del botijo en los lugares públicos, eso sí con todos los certificados europeos de calidad y los sellos correspondientes medioambientales. Mientras el campo que se riegue como antaño, con los relentes, o habrá que volver a la mística de sacar los santos al campo. En Madrid siempre llueve por San Isidro. ¿Será Verdad?

miércoles, 9 de abril de 2008

VOLVER A NACER


Hay tantas posibilidades de equivocarnos, tantas ocasiones de ser engañados por otros y de engañarnos nosotros mismos, que alguna vez hemos tenido la ocasión de pronunciar o de oír decir: “si volviera a nacer, con la experiencia que tengo…”

Qué equivocado puedo estar, porque si esto fuera así, me he imaginado como un bebé sin sorprenderme de nada, aburrido gris, serio y mustio ante “los cinco lobitos” que me hace mi mamá, o simplemente agachadito en un rincón de la clase, diciéndome para mí: "vaya pérdida de tiempo, todas estas tonterías ya me las se”, y así hasta que llegase el día en que soy engañado, o el día en que meto la pata y me equivoco, porque entonces no estaré preparado, y volverá a sorprenderme la vida.

No se trata de un nacimiento físico sino en el espíritu. Tenemos que ir renovando nuestra psiqué continuamente, revisando en una introspección profunda cómo me presento ante los demás; y si ante el espejo que conforman los prójimos al comunicarse con nosotros he producido un rechazo o, si por el contrario, ese espejo se ha abierto y nos ha cedido el paso a su interior, formando un lazo de unión, amistad y convergencia fundamentales para seguir creciendo.

Hay que salir de “la guardería” para reconocer que nuestros fallos y equivocaciones son productos de nuestra limitación como existir temporalmente. Un indicador de este avance en nuestra madurez es que no nos excusamos por haber hecho algo mal, o no desviamos la culpabilidad hacia otros, seguro que más inocentes que nosotros. Al contrario nos ruborizamos, pero no nos humillamos, sino que nos aceptamos como protagonistas de unos hechos realizados con toda nuestra conciencia, reconociéndonos en nuestros propios actos.

Lo anterior no es una reflexión en vano. Con frecuencia la forma que tenemos de pasar de la niñez a ser adulto es forzar el mal que nuestros históricos han realizado. ¿Si esto lo hicieron nuestros predecesores, por qué no lo voy a hacer yo? No pretendo superar aquellos hechos, y volvemos a frenar en seco nuestra evolución como ser humano.

Para justificarnos los disfrazamos de fidelidad a nuestros antepasados, a los nuestros caídos por una causa u otra. Así tendría sentido que lo que se entregó a la tierra como integrante de la misma, sea buscado para justificar nuestro desacuerdo con los que no piensan como yo. De tal forma que los antepasados islámicos podrían reivindicar desde el “Al andalus” hasta la cueva de Covadonga, y así solamente existirá un solo español auténtico, Don Pelayo.

A esto lo “llaman memoria histórica”, vaya frustración. Ahora resulta que para ser un ciudadano con sentido patriótico tienes que hurgar en los camposantos de pueblos olvidados o en los osarios de ermitas recónditas, para ver si logras hacerte con unos pocos huesos que tengan tu mismo ADN, y así justificar que tu historia ya estaba sentada a la izquierda o la derecha de la cámara de diputados.

Para cuándo dejamos nuestra evolución de la razón. Dónde se ha hecho adulto nuestro espíritu. Seguimos siendo niños. Nos equivocamos y no lo admitimos. Por eso nos pasamos el día discutiendo. Mientras, el Universo evoluciona, el Mundo entero se nos escapa de nuestras manos. Tenemos que volver a nacer, pero cada día. Pasar al otro lado. Darle la vuelta al libro y leerlo del revés, a ver si de una vez nos enteramos de que debemos de estar aquí para algo, y parece que todavía estamos de paso.

lunes, 7 de abril de 2008

¿Y TU QUÉ IDIOMA HABLAS?


Parece sencillo, pero no lo es, aprender una lengua es oficio de una estalagtita o una estalacmita, es decir una paciencia suave, delicada, oscura, como sin esperanza alguna, hasta que "a la vuelta del tiempo", alguien comenta: "pero qué bien habla, se explica como un libro abierto", la altura de sus conocimientos se demuestra por lo bien que se explica.

No diría esto si no tuviéramos diariamente la experiencia de lo mal que hablamos nuestro propio idioma. Estamos todos con un problema de comunicación fundamental. ¡Sí, si parece que le entiendo!, pero me cuesta comprender lo que dice, o lo que dice yo lo entiendo de otra manera, y parece que hablamos distinto idioma.

Esto no supondría problema si nuestro cerebro pudiera comunicar sus juicios de razón, su discurso al margen del lenguaje, sin la limitación de los signos que siempre necesitan de una interpretación en todos los sentidos: porque no he oído bien, porque mi vista no funciona, porque el que habla no modula correctamente o arrastra los vocablos, etc...

El hecho es que empezamos con problemas casi insalvables. Los papás y mamás desde que tienen un bebé emiten continuamente unos sonidos que el cerebro del recién incorporado a esta forma de existir intenta atrapar, analizar y darle correspondencia con lo que otro de sus órganos sensoriales -bien la vista o el tacto en los que carecen de ella, y a veces el incipiente olfato- ha podido captar, para relacionar todo aquello y, con el esfuerzo de todos, comenzar a comunicarnos.

Este proceso es enormemente rápido, y el alubión de información es tan grande que el novato tiene que ir frenando su entrada, y los papás se alejan de puntillas, diciendo psssssss... "ya se ha dormido" (en eso todos se han puesto de acuerdo).

Este ardid de la razón -que diría Kant- nos salva de la "explosión cerebral", pero tenemos en esos instantes un cerebro totalmente nuevo. Imagino lo que pasa con los que intentamos, ya de adultos, aprender otro modelo de lenguaje, usando los conceptos que guarda nuestro cerebro y haciendo traducción a otra combinación del alfabeto que exprese nuestro discurso. El esfuerzo es ímprobo, y si la cultura de la que se procede es diferente en sus fundamentos, la esperanza de aprender un idioma es casi nula.

Pero nuestra razón y nuestro discurso se perjudica gravemente con el uso, cada vez más extendido, de los mensajes por SMS, que son utilizados masivamente por los más jóvenes, con lo que el problema es mayor. Me temo que la creación poética y la prosa que nos deviene pueden sufrir un cambio absoluto, fundamental. A lo mejor se están dando los pasos más sutiles hacia la comunicación sin lenguaje; y para decir a otra persona "te amo" o "te odio" no se necesitará más que una mirada, porque eso ya lo hemos logrado alguna vez. Pero escribir un poema sin palabras, solamente lo ha hecho mi nieta cuando me sonríe desde su cuna.

martes, 1 de abril de 2008

CUESTION DE VIDA O MUERTE


Durante estos días de vacaciones, han sucedido algunos hechos que han dado sentido al concepto de Semana Santa o semana de reflexión.

Pienso que el hecho de que precisamente en estos días una mujer francesa haya planteado al gobierno de su país que le conceda “permiso” para acabar con su vida, es algo que a todo ser humano le tiene que hacer reflexionar desde lo más profundo.

El hecho de que una persona plantee su vida como una reflexión sobre la justicia, la libertad, y los propios derechos humanos sobre la calidad de vida, desde su propio criterio ético-religioso hacia su límite final, me puso la piel de gallina, ¿yo qué haría?, ¿simplemente me dejaría ir?, ¿aguantaría tanto dolor físico?, ¿tanta deformidad de lo que fue la belleza de mi cuerpo?

No vale plantearlo sólo desde un punto de vista religioso, ahí nos equivocaríamos siempre. La historia nos cuenta que los hombres aferrados a sus criterios y a sus ídolos y santos han matado y han negado la libertad e incluso la categoría de ser humano a los que no pensaban como ellos. Acordémonos de las matanzas en nombre de Dios que se han realizado, la esclavización y las atrocidades en nombre de ídolos o demonios.

Me pregunto: ¿por qué un gobierno puede prohibirme que deje de existir?, si nunca le pedí permiso para nacer, si ni siquiera puede elegir la raza, ni la belleza, si no puede decidir sobre el estado de salud, por qué le tengo que pedir permiso para dejar de ser.
Yo tenía dos gatitas que vivieron en casa durante más de catorce años, y a ambas les pudo la enfermedad; mientras arrastraban su vejez las cuidamos con todo nuestro cariño, pero llegado su físico al límite en la última visita al veterinario fue el doctor el que nos aconsejó que lo mejor era que para evitarles sufrimiento y dolor se “la durmiera” con una simple inyección. Con gran dolor asentimos para que pusieran fin a ese no vivir, ya que habían sido muy felices con nosotros, que siguieran siéndolo en su no existir (si se me admite esta contradicción filosófica).

De lo anterior deduzco que si se admite con naturalidad la muerte como fin del sufrimiento en los animales(me acuerdo de los sacrificios de los caballos purasangre cuando se accidentan en las carreras, antes mediante un disparo y últimamente mediante una inyección letal) porqué tanto papanatismo en la negación de la decisión humana por dejar de existir ante una situación de enfermedad dolorosa e irreversible.

No quiero reflexionar sobre la eutanasia: (
según el diccionarios de la RAE 1. f. “Acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él”. 2. f. Med. Muerte sin sufrimiento físico.
Quiero preguntar por qué los que defienden el derecho a no dejar nacer (al feto nunca se le pregunta si quiere nacer o no nacer), o admiten sin paliativos la pena de muerte, la destrucción de los seres inocentes en la guerra, o los daños colaterales como mal menor en la derrota del enemigo, por qué repito le niega la libertad al ser humano de decidir cuándo quiere dejar de sufrir sin solución. ¿Acaso le van a dar la solución a su dolor irreversible?


Hasta en la mística se sufre: “vivo sin vivir en mí y tan alta gloria espero que muero porque no muero” dicen que decía Santa Teresa de Jesús, la fundadora del Carmelo, (entiéndase como circunloquio), pero no todos somos santos, ni glorificamos el sufrimiento. En la misma tesitura estarían los mártires de la Yihad islámica. Sin embargo si la persona se suicida, en cierto modo lo admiten, porque jurídicamente no pueden penar al suicida, por eso buscan entre los allegados a quién le pudo ayudar, porque en ese caso se le puede acusar de asesinato. Pregunta definitiva: ¿no será que queremos jugar a ser dioses?, al atribuirnos prohibir comer “del árbol de la ciencia del bien y del mal”?