martes, 1 de abril de 2008

CUESTION DE VIDA O MUERTE


Durante estos días de vacaciones, han sucedido algunos hechos que han dado sentido al concepto de Semana Santa o semana de reflexión.

Pienso que el hecho de que precisamente en estos días una mujer francesa haya planteado al gobierno de su país que le conceda “permiso” para acabar con su vida, es algo que a todo ser humano le tiene que hacer reflexionar desde lo más profundo.

El hecho de que una persona plantee su vida como una reflexión sobre la justicia, la libertad, y los propios derechos humanos sobre la calidad de vida, desde su propio criterio ético-religioso hacia su límite final, me puso la piel de gallina, ¿yo qué haría?, ¿simplemente me dejaría ir?, ¿aguantaría tanto dolor físico?, ¿tanta deformidad de lo que fue la belleza de mi cuerpo?

No vale plantearlo sólo desde un punto de vista religioso, ahí nos equivocaríamos siempre. La historia nos cuenta que los hombres aferrados a sus criterios y a sus ídolos y santos han matado y han negado la libertad e incluso la categoría de ser humano a los que no pensaban como ellos. Acordémonos de las matanzas en nombre de Dios que se han realizado, la esclavización y las atrocidades en nombre de ídolos o demonios.

Me pregunto: ¿por qué un gobierno puede prohibirme que deje de existir?, si nunca le pedí permiso para nacer, si ni siquiera puede elegir la raza, ni la belleza, si no puede decidir sobre el estado de salud, por qué le tengo que pedir permiso para dejar de ser.
Yo tenía dos gatitas que vivieron en casa durante más de catorce años, y a ambas les pudo la enfermedad; mientras arrastraban su vejez las cuidamos con todo nuestro cariño, pero llegado su físico al límite en la última visita al veterinario fue el doctor el que nos aconsejó que lo mejor era que para evitarles sufrimiento y dolor se “la durmiera” con una simple inyección. Con gran dolor asentimos para que pusieran fin a ese no vivir, ya que habían sido muy felices con nosotros, que siguieran siéndolo en su no existir (si se me admite esta contradicción filosófica).

De lo anterior deduzco que si se admite con naturalidad la muerte como fin del sufrimiento en los animales(me acuerdo de los sacrificios de los caballos purasangre cuando se accidentan en las carreras, antes mediante un disparo y últimamente mediante una inyección letal) porqué tanto papanatismo en la negación de la decisión humana por dejar de existir ante una situación de enfermedad dolorosa e irreversible.

No quiero reflexionar sobre la eutanasia: (
según el diccionarios de la RAE 1. f. “Acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él”. 2. f. Med. Muerte sin sufrimiento físico.
Quiero preguntar por qué los que defienden el derecho a no dejar nacer (al feto nunca se le pregunta si quiere nacer o no nacer), o admiten sin paliativos la pena de muerte, la destrucción de los seres inocentes en la guerra, o los daños colaterales como mal menor en la derrota del enemigo, por qué repito le niega la libertad al ser humano de decidir cuándo quiere dejar de sufrir sin solución. ¿Acaso le van a dar la solución a su dolor irreversible?


Hasta en la mística se sufre: “vivo sin vivir en mí y tan alta gloria espero que muero porque no muero” dicen que decía Santa Teresa de Jesús, la fundadora del Carmelo, (entiéndase como circunloquio), pero no todos somos santos, ni glorificamos el sufrimiento. En la misma tesitura estarían los mártires de la Yihad islámica. Sin embargo si la persona se suicida, en cierto modo lo admiten, porque jurídicamente no pueden penar al suicida, por eso buscan entre los allegados a quién le pudo ayudar, porque en ese caso se le puede acusar de asesinato. Pregunta definitiva: ¿no será que queremos jugar a ser dioses?, al atribuirnos prohibir comer “del árbol de la ciencia del bien y del mal”?

6 comentarios:

nuria ruiz de viñaspre dijo...

Las vacaciones siempre son período de reflexión, aunque lo disfracemos de viajes, aventuras y demás experiencias que en cualquier otra época del año el tiempo se empeña en no dejarnos hacer.

Estoy tan deacuerdo contigo respecto al terrible y aberrante final de Chantal Sébire. Pienso que debió de irse sabiendo que no la ayudamos a ser más libre. Deberíamos detenernos a pensarlo, o si nos dedicó -a la socidad, me refiero, su último enermigo- su pensamiento final, no sé... Yo prefiero pensar que pensaba sencillamente en cómo se estaban desplegando sus alas de cera para ese viaje que la liberaría.
Es lapidaria tu frase cuando dices eso: si nunca se le pedí permiso para nacer, si ni siquiera puede elegir la raza, ni la belleza, si no puede decidir sobre el estado de salud, por qué le tengo que pedir permiso para dejar de ser. A veces las verdades más categóricas son las menos entendidas, las menos vistas, las menos aceptadas.

Tu historia de tus gatas es sencillamente enternecedora, desde siempre e ilustra perfectamente esta historia. Yo creo que eso es el amor, el amor con mayúsculas. El de verdad. Amar en vida y amar en muerte. Probablemente ahora guarden el recuerdo de aquel adiós anunciado, de aquel sueño eterno con la paz necesaria, el extremo más rotundo de lo que fue el sueño de Chantal Sébire.
Podría seguir escribiendo a medida que te leo pero no dejaría todo de ser una iteración de lo que dices. Estoy completamente deacuerdo contigo así que no me repito más y dejo que tus exposiciones fluyan sin más.
Y en esta historia, me quedo con el verso "muero porque no muero"
En f in, que no debiéramos esperar a escuchar noticias así para detenernos a pensar, ya lo decía Beckett, yo repito esa frase una y otra vez, para no olvidarme. Decía que había que pensar en ciertas cosas, cosas que nos habitan por dentro, que había que pensar en ellas porque si no lo hacíamos, correríamos el riesgo de encontrarlas, una a una, en la memoria. Decía también que había que pensar durante un momento, un buen rato, todos los días, incluso varias veces al día, hasta que el fango las recubriera, con una costra infranqueable…
Por cierto, deberías abrir la puerta del laberinto, creo que tienes correo

Gracia Iglesias dijo...

El caso de Chantal Sébire ha reabierto un debate que muchos se plantean, como tú dices, Rafa, desde puntos de vista equivocados.
Al igual que Nuria estoy de acuerdo contigo y no quiero repetir lo que tan claramente has expuesto.
Quizá apuntar, sólo, que me parece lógico que el Estado tome medidas para proteger el derecho de los que, por no tener conciencia o voz, no pueden manifestar alto y claro su decisión. Es solamente una cuestión de evitar asesinatos egoístas amparados en falsos criterios de misericordia. Sin embargo, cuando una persona tiene el juicio despejado como para sentir el terrible peso de la muerte en vida, el dolor y el sufrimiento más injustificable, cuando pide alto y claro que se le ayude a dejar este “valle de lágrimas” con la dignidad que no se les niega ni a los animales, cuando apela a la misericordia para que cese su dolor; entonces, no deberían ponerse trabas a su muerte.
Tiemblo al pensar que cada vez se debaten nuevas formas de justificar el asesinato injustificable de inocentes y de amparar legalmente el modo de impedir que broten nuevas vidas sanas y fuertes por criterios, muchas veces, de mero egoísmo, mientras que se niega la paz a quienes hace tiempo que la perdieron.
Gracias por hacernos reflexionar.

Gracia Iglesias dijo...

Por cierto, veo que poco a poco vas cogiéndole el truco a la "blogosfera". Me gusta la imagen de cerebro que has puesto. Quizá debería ser algo más grande ¿no?

Anónimo dijo...

yo no creo en ayudar a nadie a dejar de vivir porque aunque parezca un poco fuera de moda yo defiendo la vida desde la primera célula hasta el último suspiro y por ello quise ser médico, también defiendo la paliación del sufrimiento y la ayuda no sólo física o médica sino también emocional para sobrellevarlo. Es verdad que deberíamos poder decidir si queremos o no vivir pero no pedir que otro nos mate. El sufrimiento es relativo igual que el dolor físico (cada uno tiene su umbral)pero creo que siempre te queda la opción de dejar de comer y dejarte ir sin involucral a otro en tu decisión de morir. Creo que nadie debe "ayudar" a otro a morir. Cómo te sentiste tu al llevar a Salima o Morita al veterinario?yo lleve a Salima y todavía me siento "asesina" ella no quería morirse,¿cuál era su umbral de sufrimiento?. En fin es un tema arduo pero yo soy cristiana convencida, pero no seguidora de las normas de la iglesia sino de las de Cristo que fue capaz de sufrir al máximo.
Un besito papi.
Te quiero.

Anónimo dijo...

Nuria yo ví un día, en un paseo por el campo, a una perdíz que tenía sus patitas liadas con una cuerda de atar sacos o injertos, algo parecido, que por un azar se había enrrollado en el animalito. ¡Tenias que ver la angustia de ese animalito por no poder volar, por no ser libre!. La cogí y le desaté las patitas, le dí la libertad. Inmediatamente su mirada cambió,ya no sufría, y salió volando.
Ya no se trata de morir o vivir,puesto que la vida es libertad, y la muerte también, se trata de poner a cada uno en su momento histórico, en la posesión de sus bienes físicos y psiquicos o la pérdidad definitiva de los mismos.

nuria ruiz de viñaspre dijo...

Efectivamente es tema arduo y habrá millones de casos diferentes que ilustren con la misma fuerza los dos polos más opuestos de esta diatriba. Mi hermana y mi cuñado tienen uno. En cierta ocasión y en pleno campo escucharon a lo lejos unos terribles gritos de dolor, eran de una camada de cachorros de perra desaparecida. Cuando descubieron su escondrijo, su cueva, no daban crédito. Un ser como nosotros había introducido a un metro bajo tierra tres animalitos vivos que, en este caso, ni decidieron nacer ni decidieron morir, ya que alguien lo había hecho por ellos. Ni siquiera me cuestiono por qué quiso ese ser matarlos, me cuestiono la crueldad de enterrarlos vivos, de no cerciorarse, de buscar más alternativas, no sé, quizá yo sea muy poco práctica. En fin, después de desenterrarlos, Marta y Félix vieron las condiciones en las que había quedado uno de ellos. Respiraba, claro que respiraba pero era su último aliento, su cuerpo yacía prácticamente aplastado por golpes de piedra mientras su mirada suplicaba un último golpe. Félix se puso tan nervioso, porque sabía que tomar una decisión y acatarla, fuera cual fuera. Ambos se echaron a llorar desconsoladamente. Ya no recuerdo cómo terminó esta terrible historia, si entre lágrimas inmensas de dolor se decidió F. por adelantar esa huida con manos que no reconocía como suyas, o simplemente acompañaron al animal hasta que, agonizante, desapareció. Supongo que preferí olvidarlo, porque creo que se decidió por lo primero. Para mí fue la mejor decisión, y por eso también la más dura de llevar a cabo. He aquí la involucración, Anónimo, el compromiso que F. tenía con el animal, un “te ayudaré hasta el final”. Aún hoy no pueden recordarlo, se les llena la cabeza de imágenes tremendas. El final con el que me quedo y se quedan es que se llevaron a los dos perros restantes a casa a vivir con ellos y jamás he conocido unos animales más agradecidos. Se hicieron gigantes en su casa grande hasta que el hermano de la perra murió por otras causas. Ahora sólo la tienen a ella pero cuando les mira, ven algo especial en sus ojos.

Por eso supongo que no estoy deacuerdo con tu hija. Anónimo, yo creo que no debería de haber necesidad de sufrir al máximo. No estamos aquí para sufrir, por supuesto que el dolor y el sufrimiento existen, y sufrimos, claro que sufrimos, estos mamíferos mojados llenos de tristeza se mueven entre nosotros a diario, sin esto no existiría su opuesto.
Para mí el sufrimiento no es relativo, es sencillamente sufrimiento. Es cierto que cada historia desencadena en cada persona respuestas distintas. En cualquier caso, ahí radica la riqueza. El tema es controvertido, no hay duda. Y eso que ilustramos estos últimos ejemplos con animales.
Por cierto, encantada, Anónimo