domingo, 21 de junio de 2009

MENUDO LIO



Hace ya medio año, parece que no ha pasado casi tiempo, y la reflexión se hace muy dura cuando miras al calendario, y te pregunta ¿Dónde has estado?, ¿por qué esta hibernación?, y solamente te viene una respuesta: quizás me perdí en mi propio laberinto. Los médicos que atendieron en esta pérdida, apuestan por sus datos, por sus argumentos técnicos y por la experiencia de sus profesores anteriores, y me dicen: ¡tienes una epilepsia! Toma estas pastillas y estas otras…
Yo les he preguntado repetidas veces y eso ¿está muy dentro del laberinto?, y me miran socarronamente, como el que mira a un niño que no sabe, ¡está diciendo incongruencias!, y vuelvo a preguntar: ¿eso porqué se me ha producido?, y ahora parecen entenderme, y la respuesta es rápida y congruente: no sabemos, puede ser que…, o puede ser que…, habrá que estudiarlo.
Y yo como un niño vuelvo a decir, ¿no habéis estudiado ya bastante? Al fin y al cabo no sabemos nada, y la prensa diaria nos acribilla a noticias de que si los científicos quieren adentrarse en la historia del pasado y viajar al futuro para meternos en el principio y en el fin, y ni siquiera han podido escudriñar en mi pequeño laberinto.
La única verdad es que me he recuperado bastante de mis, digamos, pérdidas, ¿será por la medicación, o por el amor que mi mujer y todos lo que me quieren me han demostrado?, el hecho es que vuelvo a este laberinto, y procuraré no volver a perderme, al menos haré como Hansel y Gretel, iré dejando miguitas de pan en el camino, o mejor usaré el hilo que Ariadna le dio a Teseo para salir del laberinto, no vaya a ser que los pájaros de mi cabeza se coman las miguitas y no vuelva a encontrar el camino, una vez que si no he matado, sí he dormido a este minotauro de la epilepsia y le dé tiempo a la ciencia para que los médicos no me vuelvan a decir: puede ser que… o puede ser esto otro…
Espero haber salido del lío y estar otra vez con todos vosotros.

viernes, 19 de diciembre de 2008

¿CUENTOS DE NAVIDAD?


Siempre que llegan estos días, al finalizar el calendario de cada año las reflexiones de cada uno se hacen nostálgicas, y miramos hacia atrás, recordamos seres y pasajes, paisajes y rostros, hacemos uso de la memoria y recurrimos a los más diversos trucos para sacudirnos lo malo y crear en nosotros la esperanza de un volver a empezar.

La buena nueva es que desde hace dos mil años nos vienen contando la misma “historia” con el nombre de Navidad. Rebrote de esperanza, “renuevo de olivo”, nuevo impulso a la vida, desde lo más pobre, desde lo más abajo posible, para que nadie quede fuera por no tener lo mínimo para sacudirse la malaria.

El caso es que solamente se trataba del nacimiento de un “niño”, pero al parecer fue como el brote de una hoguera en medio de un bloque inmenso de hielo, para unos significó salir del frío y para otros derretir el fundamento, la base que sustentaba su poder sobre los más débiles y sobre los más abandonados. De ahí el terror, para muchos, de que ese “niño” viniese a quitarles lo que con tanto mal habían adquirido, y el mejor sistema que se inventaron fue: si no sé quién es, lo mejor es acabar con todo posible enemigo, si acabo con cualquier brote, no doy oportunidad alguna a que nazca una flor en el desierto. No doy posibilidad a que la luz aclare la noche o la hoguera rompa el hielo y surja la vida.

Ese es el sistema que se está calcando en la actualidad. Si no doy pié a que se manifiesten señales, de que hace dos mil años más o menos en Belén de Judá nació un “niño” que era el gran milagro de la naturaleza, hombre y Dios al mismo tiempo, que era tan débil como un humano, tan poderoso como el Único, a la vez el Origen y el Fin, difícil de pensar y creer, pero tan perseguido por si fuera verdad, ¡no vaya a ser que acabe con todo lo que tengo y me he procurado!; si no dejo rastro ni señal digo, podré dormir tranquilo sobre mi montón de estiércol, porque me es más fácil pensar en un ente de razón como un Centauro : caballo y hombre al mismo tiempo, pero que no me va a quitar nada, lo más podría estar a mi servicio, que en ese “niño Dios” que exige de mí una donación a los demás, y un abandonarme al amor.

Difícil entender, que se vuelvan a celebrar las calendas del invierno, sin ninguna referencia a Belén, lo más aprovechar la idiotez de los que solamente ven en estas fiestas una celebración del gasto compulsivo, a pesar de la tan referenciada “crisis” sin referencia espiritual alguna. A lo más reunirse en “familia”, con la ligera esperanza de recordar nostálgicamente a los que, ya sí de una vez por todas –quizás-, no necesitarán de fechas ni manifestaciones especiales para saber la verdad sin traba alguna. Por eso con la excusa de una modernización de los signos navideños, en estas fiestas se ha suprimido cualquier referencia a la conmemoración del nacimiento de Jesús en Belén y se adornan las calles con flores y signos de las calendas de invierno, y después pensaremos que lo elegante y cortés es decir a los vecinos y conocidos: Feliz Navidad. Cuando se nos invita constantemente a cambiar el saludo hacia, “¡que tengas un buen negocio, y finalices el año con un trabajo y no te lo quiten en el próximo!”.
¡A se me olvidaba, yo sí creo en NAVIDAD!

domingo, 26 de octubre de 2008









LAS VACAS GORDAS Y LAS VACAS FLACAS


Cuando uno lleva tiempo pisando el césped de la vida, se le ocurre pensar que hay cosas que ya ha vivido antes, que se repiten como los sumarios de los telediarios, y que a veces hartan de tanto oírlos y de que no digan nada nuevo, y que las soluciones no lleguen.

Esto lo digo porque con la situación que nos repiten en estos días los medios y el “susto” de la gente, parece no “llegarnos la camisa al cuerpo”, porque a ver si nos enteramos de una puñetera vez: “estamos en crisis económica”, así de sencillo. Me palpo los bolsillos, y claro la conclusión es inmediata: ¡no tengo un euro!, debe ser este el síndrome del que tanto hablan. Pero al mismo tiempo hablan de que fulano de tal o mengano de cual, está siendo juzgado porque se apropió -eso sí, presuntamente- del dinero de los demás, y de que los países del mundo desarrollado, de los ricos, lloran diariamente la pobreza de los países pobres, valga la redundancia, de los que forman la conciencia de los que se sientan a ver y oír los resúmenes de la TV.

Esto me suena a que hace muchos siglos alguien relato un cuento de vacas flacas y de vacas gordas, que se repetía cada ciclo de siete años, y de que unos metieron una copa de oro en el saco de un hermano bueno, para que le acusaran de ser un ladrón de pobres.

Es hora de cambiar, y de no decir "pero mira que ca…, es ese tío, quitarles el pan a los pobres, y lo sinvergüenza y pu… que es su mujer, que se gasta en tal y cual o aparece en esa revista de moda" y sentir íntimamente una envidia total por no haber tenido la oportunidad de hacer lo mismo. Porque después de un tiempo ya nadie se acuerda de ti. ¿Acaso alguien cree que Mario Conde, Ruiz Mateos o los Albertos, etc.… están arruinados?, lo que pasa es que ya nadie habla de ellos, han pagado su cuota y ¡a vivir que son dos días! Y a continuación darnos besos porque pertenecemos a tal o cual ONG, a un grupito defensor del medioambiente, como única oportunidad que hemos tenido para patalear con algo de convicción, contra el aguijón.

No hay que dar patadas al aguijón, es necesario cambiar los fundamentos, empezando por los medios de comunicación. Pero es tan difícil, que dudo se pueda alimentar a tantos que pasan hambre solamente cambiando los telediarios. Solamente el día que se pueda hacer sopa con el agua del mar y como pasta se pueda poner la tierra que no se cultiva, ese día alguien no pasará hambre, y habrá menos poderosos en la tierra, y digo yo ¡SI NO SE LO PUEDEN LLEVAR!, por qué acumulan tanto, y me respondo: por SOBERBIA, POR PODER, porque no creen en Dios pero quieren ser como Él.

Ayer estuve como asistente a un performance poético, de mi hija Gracia Iglesias, me pareció magnífico, interesante y disfruté. Pero como el acto era gratuito, patrocinado por el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes, en el Café Teatro Blas de Otero, la asistencia fue bastante discreta, por no decir que pobre. Si esto mismo lo hubiera patrocinado un magnate del mundo financiero no habría cabido la gente en ese teatrito y ni siquiera en el un pabellón deportivo. ¿Dónde está la diferencia? En el poder. En introducir la copa de oro en el saco, para que todo esté controlado.
No quiero parecer deprimido, pero quiero manifestar con esto que no hay nada nuevo en el paso del tiempo, ayer volví a soñar con vacas flacas y vacas gordas, eran las mismas vacas que cuando yo tenía siete años y me comía un bocadillo delante de un niño que me miraba sorprendido de mi suerte.

sábado, 11 de octubre de 2008

VOLVER SIEMPRE TIENE SU AQUEL...

Ahora me explico esa especie de vértigo que se debe sentir cuando un bebé nace, abandona el cálido espacio que le acogía en el vientre de su mamá, ¿quizás por eso lloran al nacer?, o es ¿un canto a la vida al que no han puesto letra aún?.

He estado bastante tiempo fuera del "Laberinto", por vacaciones y por problemillas de salud, y ese vértigo se ha adueñado de mi ancestral pereza. Menos mal que el ejemplo de "lamary" y el aguijón constante de "la domadora de elefantes" me han dado fuerzas para superar mis miedos y volver a adentrarme en las calles de este laberinto vital, que me hace sentir vivo, otra vez.

Huir era lo fácil, solamente suponía la pelea diaria con mi pereza que acababa venciendome, y si además no me encontraba en mi mejor momento físico, me refugiaba en el consabido: "mañana sera otro día y verá crecer la tuerta los espárragos", y pasaba el trago lo mejor posible. Pero ya estoy de vuelta y con renovado entusiasmo.

Gracia, espero que, tu mejor que nadie, sepas comprender mi ausencia, lo mismo que Nuria y S., que tanto han preguntado por mi ausencia, siempre os he tenido en mi deuda, ahora que todo el mundo habla de hipotecas, yo tenía la del laberinto en plena suspensión.

Os quiero contar que en mis reflexiones de estos días, no me ha sorprendido en absoluto lo agarrado que estamos al barro. A todos nos han "movido el piso", como dicen los argentinos, y resulta que el mundo entero está hipotecado, y parece ser que si había algo de espiritual en nuestra vida, aquello por lo que "existían" Jesús de Nazaret, Mahoma, Buda..., o los dioses más pequeñitos que alimentaban la esperanza de un algo más para el hombre, ha perdido la batalla, ya todo queda enterrado en el puro barro, por eso quizás, como en un cuento fantástico, llueve tanto y tan a destiempo.

Alguien está llamando nuestra atención, y no sabemos comprender el idioma con el que nos habla. El cambio climático, la violencia, el materialismo absoluto, que nos hace mirar nuestro propio existir como una sucesión de tengo o no tengo, puedo o no puedo, y el vecino cada vez importa menos. Sin saberlo nos hemos metido en una "patera" de supervivientes y el sentir es que importa muy poco aquel que se cae de la misma y desaparece, pensamos que quizás, si somos menos podamos salvarnos.

Me he asomado un poco a la puerta del laberinto, y por eso tengo la necesidad de contar que hay que superar, no se de qué forma, el umbral de lo simplemente químico, agregar un poquito de soplo vital, algo de "L'an Vital", espíritu, alma decían los antígüos, que no quede todo en barro, porque tengo la experiencia de que el barro se diluye en agua, y no queda nada. lo más que hace es ensuciarlo todo, y ni los mejores políticos pueden limpiarlo.

martes, 24 de junio de 2008

VIVIR EN EL TIEMPO QUE TE TOCA


Siempre que voy por la calle ya sea paseando o en transporte público, mis oídos están abiertos, captando cualquier ruido, cualquier palabra o conversación de las personas que conmigo comparten esos instantes casuales. Y tengo que decir que he aprendido muchas cosas, recetas de cocina, relatos parapsicológicos, remedio de enfermedades, trucos para educar a los niños, o dietas milagrosas para adecuar nuestro físico corporal a la moda actual.

También soy testigo, de vez en cuando, de los intereses o diatribas sociopolíticas y las conversaciones sobre los privilegios de unos o las carencias de otros, y los aplausos o las cruces espantadoras de males que la gente hace ante las noticias de catástrofes o malos eventos sucedidos a pueblos o comunidades de los que dan noticias los medios audiovisuales.

Estamos en una época en la que el efecto “globalización” hace de bocina de todo aquello que ocurre en cualquier parte del planeta Tierra. Decir "soy de un pueblo de Cuenca", es como ridículo. Decir “soy del mundo” queda como muy bien. Sin embargo cada vez más el habitante de la ciudad quiere escapar “del mundo” para ir a ese pueblo donde se siente como algo importante y donde casi no siente el bombardeo de los males que sufren en tantos lugares.

Esta huida se está convirtiendo en una necesidad para el espíritu. Cada día es mayor el número de personas que dicen no adaptarse al ritmo de la época, que su vida se ralentiza, y no es capaz de adaptarse a las nuevas tecnologías y a su cambio vertiginoso; no nos da tiempo a aprender el uso de un artilugio cuando ya hay otro que lo supera en tecnología, de tal forma que el anterior, cuyo uso no hemos aprendido, ya esta fuera del mercado por obsoleto.

Por demás está decir que la velocidad a la que recibimos las noticias por los medios de comunicación es tal, que no nos da tiempo a asimilarlas, sino solamente da tiempo a asombrarnos, a sorprendernos y a exclamar horrorizados: ¡hay que ver, como está el mundo!, ¡¡¡ da miedo salir de casa!!!

La consecuencia de esta situación es bastante obvia: El Miedo. En general la gente vive con miedo. Y esto es racionalmente aceptable, ya que cuando uno no tiene dominio sobre el medio en el que se desenvuelve su existencia, o al menos no posee los datos de que alguien cercano tiene la solución, el pánico se produce de inmediato, paralizando nuestra respuesta, y cegando por completo nuestro entendimiento. Llevándonos a aceptar como verdadera cualquier profecía catastrófica, o cualquier visión escatológica, porque ya estamos preparados de antemano por nuestra propia impotencia, y creemos sin duda alguna que lo peor llega sin solución. De ahí el éxito de los profetas catastrofistas, milenaristas y Orwalianos.

El experimento que yo mismo realicé con una adolescente que había suspendido un examen de una asignatura que había estudiado mucho y profundamente, fue ayudarle a aprobar el examen de repesca sin volver a estudiar la asignatura, solamente preparé su mente.
Sin demostrar mucho interés la invité a observar mi despacho, le mostré los libros, las distintas formas y objetos del mismo, y después de un rato apagué la luz y le pedí que escogiese un libro de la librería, ante su desconcierto, le pedí que se sentara, y no encontraba la silla, por lo que le dije que fuese hacia la puerta, pero no supo encontrarla. El pánico empezaba a ser el dueño de la situación. Por lo tanto encendí la luz de la habitación, y nada había cambiado, todo estaba allí, reconocible.
Como estaba todo en su mente después de haber estudiado la asignatura. Entonces le plantee lo siguiente: si en su propia habitación, en su casa, era capaz de moverse sin luz, ¿por qué no lo era en mi despacho si también reconocía los objetos cuando había luz? Por el pánico. La solución era fácil, dominar ella la situación ante el examen, y exponer lo que reconocía su mente después de estudiar. Lógicamente aprobó con muy buena nota.
La no aceptación de las distintas situaciones de la vida nos lleva a buscar soluciones milagrosas. Esto es aprovechado por una serie de personajes que en cada época ilustran la historia con presagios, y urden un puchero con sopa de castigos divinos y venganzas de la naturaleza, que cubre el expediente de su evolución natural, con un aire de culpabilidad de los más sensibles pobladores de este mundo. Y a esos tratan de explotar si no mercantilmente, al menos espiritualmente.

Mi receta es más simple: se trata de aceptar nuestra habitación como tal, con su orden o su desorden, pero viviendo racionalmente el tiempo que nos toca. Podemos estar de acuerdo en todo o en nada, pero reconociendo que es lo que toca en este momento. Nuestras creencias espirituales son nuestras, y cada uno tiene que vivir con su propia consecuencia, pero con absoluto reconocimiento de la situación, cambiando lo que podamos cambiar, y evolucionando lo que podamos evolucionar. Pero ¡¿quién ha dicho miedo?! El que ama no tiene porqué tener miedo. Simplemente tiene que vivir en el tiempo que le toca vivir.

viernes, 13 de junio de 2008

MIS TARDES EN EL JARDIN DE LAS HESPERIDES



Es verdad, cuando mis pequeños pies de niño corrían tras la pelota en aquel parque de Larache –en Marruecos- no tenía la conciencia de que estaba jugando en un lugar privilegiado, donde tres diosas, Herea, Atenea y Afrodita, se disputaban tres manzanas de oro. Qué cosas, yo tan niño no veía otro tesoro que una pelota de goma que mi hermano me disputaba y la pelea por alcanzar el primer lugar para beber en la fuente del parque, sin atender al problema que los dioses planteaban, y que tanta vida iban a segar con sus guadañas de oro afilado.

La inocencia tiene esa ventaja, juega con las diosas más traviesas, porque para los niños que allí jugábamos, todos los árboles eran iguales. Sin embargo no parecía que fuese así, a pesar de que nos subíamos a ellos a coger aquellas frutas redondas, que nos prohibían morder, porque una tal Eva la mordió y pasaron cosas terribles. Pero ahora era peor: nos contaba “la fátima” -nuestra cuidadora magrebí- que El Jardín de las Hespérides era el huerto de Hera en el oeste, donde toda una arboleda daba manzanas doradas que proporcionaban la inmortalidad y otros efectos maravillosos, como el poder, la fuerza o la belleza imposible.

Solamente las manzanas que caían al suelo habían perdido su poder, por eso jugábamos a darles patadas como a pelotas. Otra vez los niños superaban a los dioses tratando en su valor real aquello por lo que disputaban los hombres, y por lo que continuamente rogaban a sus diosas y dioses más cercanos. Entre los céltas las manzanas eran el símbolo del saber del pueblo que se iba transmitiendo de generación en generación. Para los atenienses arrojar manzanas o enviarlas a alguien era signo de galanteo, y para los chinos las flores del manzano simbolizan la belleza en las mujeres. Incluso la ciencia debe al fruto del manzano la explicación de porqué nos cuesta tanto levantar los pies del suelo; eso por lo menos nos contaron que descubrió un tal Newton, al ver caer una manzana del árbol.

La historia o cuento antiguo nos hablaba de dioses y hombres que armaron un zipizape enorme: que si Paris, que si Helena y su esposo Melenao, que si Afrodita y Zeus, que una tal Discordia puso en disputa ayudada con una de esas manzanas (si queréis un día os lo cuenta más despacio), el caso es que se armó la de Troya, que duró más de diez años y, ya sabéis, en una guerra acaban perdiendo todos. Y me preguntaba yo siendo niño "y, si pierden todos, ¿por qué hacen la guerra?"

La verdad es que nadie me contestó, y a mí tampoco me importaba mucho, yo me iba a pelear con mi hermano que estaba corriendo a unos patos en dirección a la jaula de los monos. Con la intención de soltar a estos últimos, intentaba abrir la cerradura y uno de ellos lo agarró por los pelos y a “la fátima” sólo se le ocurrió cortarle el mechón que agarraba el mono, y así se le quedó una calva enorme en el tupé. Desde aquel día el mono en su jaula fue para nosotros el famoso dragón de cien cabezas llamado Ladón guardián de las Hespérides, que eran las ninfas encargadas de cuidar los manzanos y de recoger su fruta.

Es cierto que como niños no nos dábamos cuenta de la importancia de esas historias que nos contaban los mayores sobre lo enrevesados que somos los humanos para lograr algunas cosas o para evitar que nos roben lo que creemos es nuestro. Al fin y al término de ese cuento historiado, es que con el pretexto de salvaguardar lo que creemos nuestra propiedad, donde pusimos nuestras ilusiones, bien adquiriéndolas a cambio de un esfuerzo u otra cosa de valor, amenazamos a los otros con grandes peligros y males, como dragones de siete cabezas -léase tribunales, leyes etc..- o directamente con la aplicación de una fuerza terrible, la violencia callejera, el levantamiento civil, el derrocamiento del poder, o la guerra final, donde todos pierden, y donde nos damos cuenta de que las manzanas no son de oro, porque no es oro todo lo que reluce.

De vez en cuándo deberíamos leer los escritos antiguos con el ojo crítico de aquellos que los escribieron para enseñar a los que venían detrás los errores cometidos con el fin de que no los volvieran a cometer, y de que cuidasen de no entrometer a los “dioses” en las discordias humanas, porque entonces los problemas se convierten en mitos, y los mitos son muy difíciles de resolver, porque engañan a los hombres con manzanas doradas.

viernes, 30 de mayo de 2008

................Así es mi forma de ser...................

Tal día como hoy hace treinta y un año me identifiqué con el futuro. Quiero decir que la mujer con la que comparto mi vida, fructificó nuestro encuentro pariendo una vida nueva; nuestra hija. Fue el momento de identificar sueños, especulaciones sobre su pelo, el color de sus ojos y si tendría todos los deditos –en ese momento las ecografías no eran tan precisas, ni tan frecuentes-. La verdad es que todos sonreíamos y todos estábamos satisfechos. Nuestra bebé era perfecta.

Yo hombre religioso, no alcé los brazos al cielo, pero sí me retiré en soledad para dar gracias en una pequeña oración a quién tuviera el primer impulso de crear al hombre, porque me hizo conocer a mi primera hija. Unos meses más tarde tuve la respuesta con otra belleza de la naturaleza humana, mi segunda hija.

La materia de la que estaban hechas mis dos hijas procedía de la misma cantera familiar, por lo tanto, en su aspecto material genético del ADN –el que tanto miran los detectives del CSI- son iguales, pero no se puede decir lo mismo de su forma de ser. ¿Cómo se puede ser tan diferente?

La Forma, en el sentido filosófico que le daban los aristotélicos es la Esencia del ser, lo que realiza en sí misma a la materia y la hace distinta en cada ser de la naturaleza. Pero yo no voy ahora a desarrollar la teoría hylemórfica de Aristóteles, no pretendo tanto. Sólo intento desentrañar la realidad de un hecho: dos nacidas de un mismo ser, genéticamente inseminadas por otro mismo ser, materialmente la misma arcilla, la misma cantera y temporalmente cercanas en el tiempo, ¡tan distintas!

Pero hay algo más, yo soy mellizo de un parto gemelar, alimentado por la misma placenta y envuelto en el mismo saco vitelino, puedo constatar por mí mismo y así lo constatan también los que nos conocen, que somos totalmente diferentes, aunque físicamente nos parezcamos como hermanos.

El hecho real es que todos y cada uno de los seres humanos que poblamos este planeta podemos decir sin equivocarnos: “es mi forma de ser”, “soy como soy y no lo puedo evitar”. Mi intuición me lleva a rebuscar en la psiqué de cada uno, en sus laberintos cerebrales, las curvas y contra curvas que en el cerebro van motivando la esencia específica de cada ser. Pero quedo un tanto insatisfecho. Porque dos que nacen en el mismo nido, reciben el mismo cariño, los mismos juegos, los mismos “cachetes” –literales y metafóricos- de la vida, y se forman alfabéticamente o analfabéticamente igual, ¿cómo pueden ser tan distintos?, en reacciones, gustos, y realización de las oportunidades en la vida.

Alguna vez, mientras íbamos creciendo y desarrollándonos en el entorno familiar o social en el que lo hicimos, hemos oído recriminarnos nuestra forma de ser: "¡a ver si de una vez por fin cambias tú forma de ser!", o algo parecido, e incluso lo hemos dicho posteriormente a otros. ¿Qué es lo que pretendían o pretendíamos con ello? ¿Intentábamos cambiar la esencia misma del ser de cada uno?, o quizás lo más justo es que queríamos hacer un verdadero duplicado de nuestra forma de ser, y por lo tanto de ver e interpretar el mundo como lo hacemos cada uno de nosotros.

Yo creo que un mundo de calcos sería totalmente frustrante, porque nos devolvería la imagen de nuestros propios defectos, no aportaría nada nuevo, y no nos dejaría tener ilusiones por ver algo nuevo y distinto a nosotros, por enriquecernos en cada uno, con su forma de ser y de pensar, siempre y cuando todos respeten la misma regla, y sepamos agradecer con una pequeña oración la diversidad de formas esenciales en nuestra materia.

Un solo apunte a tener en cuenta en todo esto; no hay que confundir la forma de ser de cada uno, con el carácter de cada persona. El carácter es algo más secundario, aunque principal en nuestra vida, es algo en lo que podemos ser más influenciados o que podemos manipular nosotros mismos. La esencia de nuestra vida, nuestra forma de ser, es algo más substancial, menos manipulable, en definitiva más laberíntica.

miércoles, 21 de mayo de 2008

HACE DOS DIAS CUMPLI 95 AÑOS

Realmente ¿Cuántos años tenemos?, ¿cual es nuestra edad verdadera? Cada uno sabe que llega un día en el calendario que está señalado como el recuerdo de su aterrizaje natural en el mundo, y ese día se tiene como la fecha inicial en nuestro paseo histórico por la tierra. Pero es esto realmente cierto, o tendríamos que mirar más atrás.

El hecho es que en todas las biografías tenidas como cánones, no han de faltar los consabidos árboles genealógicos, donde la línea paterna o materna son tenidas muy en cuenta, porque las diferentes ramas genealógicas suponen muchas veces movimientos históricos fundamentales, uno de ellos es que incluso hay pueblos que todavía esperan al nacido de la tribu de la casa de David, que les salve, el “Mesías” redentor, como es el caso del pueblo judío.

Pero yo no voy tan lejos; en mi mismo, en mi pequeña biografía, el vientre que me engendró tuvo su llegada a este mundo el 19 de mayo de 1913, cuatro años y seis días antes de las apariciones marianas en Cova do Iria. No se si sería un ángel de aquella cohorte, o si apenas se rozó con ellos en ese advenimiento, lo que sí sé, es que desde que tengo memoria ese ser nacido era mi madre en la Tierra, su verdad y su dulzura aún la conservo, y en realidad ya en ella aquellos genes que me sustentan estaban en vida, por eso no sé en realidad cuántos años tengo.

Es verdad que era mi madre de carne y huesos mortales, no era lo que se dice una santa, pero para mi fue el mejor alimento que tomé, su vida siempre corrió por mi vida, como corría la vida de su madre en la suya, y así hacia atrás ¿desde donde? El resultado histórico de mi yo actual, es que en mi propia vida convergente también la vida de mi padre. ¡Caramba qué viejo soy!, y cuánta historia tengo. Lástima no haber sabido, o que no me hubieran contado esto antes, y hoy entiendo mucho más a los arqueólogos e historiadores.

Entendería mucho mejor mi relación con los otros seres pasados, presentes y futuros de este mundo. Lloraría más sus males y me alegraría de sus felicidades, pero ¡Ay qué mala es la envidia entre los hermanos! Si yo quiero a todos, pero no puedo, “es superior a mi” amar o demostrar mis sentimientos con tal o cual persona (“hermanas o hermanos”), no tengo la culpa o no soy responsable de su dolor o su miseria…
¿De verdad podemos pensarlo así? Abro desde aquí una dialéctica imprevisible, con todo aquel que pase por delante de la puerta de mi cueva.

viernes, 9 de mayo de 2008

MODERNOS ESCARABAJOS PELOTEROS



Siempre pensé que todo lo que empieza, por lo que tiene de incógnita y novedad es algo muy atractivo para el ser humano. Todo el futuro en un interrogante, da un sentido de vértigo absoluto, y abre en el espíritu el ansia por saber, la pasión por lo desconocido.

Adentrarse en una cueva o investigar lo profundo de una sima o la oscuridad del mar, produce en el hombre un torbellino mareante e la boca del estómago, es la llamada del riesgo o la aventura por el descubrimiento. El cuento de Alí Baba tenía mi infancia sobrecogida por aquello de “ábrete sésamo”, que nos posibilitaba la entrada en lo desconocido de la montaña mágica y llena de futuros tesoros.

Tal vez por eso quedé sorprendido el otro día cuando oí por la radio que se habían subastado dos excrementos arqueológicos de dinosaurio, y por un valor muy grande. Mis oídos todavía se resienten de la sorpresa, es todo lo contrario de lo que pensaba anteriormente. Los excrementos son la señal de lo definitivamente acabado, el fin de un ciclo. Si lo pisamos en las aceras de nuestras modernas ciudades, un ¡¡vaya he pisado una mierda!! , es lo primero que exclamamos, y nos apresuramos a restregar nuestro zapato para desprendernos de algo que es inservible, huele mal y deja su huella de finitud, de límite absoluto, ¡ya no hay futuro!

La reflexión me vuelve a meter de lleno en un torbellino, porque si me atengo al diccionario, los excrementos son lo último, el final, no hay salida, es lo escatológico, lo postrimero, la ultratumba. Ya estoy otra vez en la oscuridad más absoluta, el vértigo y la nausea.

Será por eso que cada vez que el hombre se aproxima más a su soberbia, se cree más poderoso, usa más de este vocablo; porque en los medios de comunicación los que aparecen hablando lo utilizan muy a menudo, o te envían hacia ese final en cuanto te descuidas: ¡vete a la mierda!, o ¡me importa una mierda!

Por eso me espanta el círculo, la pregunta es: ¿se trata de un principio o de un final? Si principio, es algo maravilloso, el escarabajo pelotero hace de ello su vida, rodando su bola de excrementos dando alimento a su prole. Como Sísifo, al que le iba la vida por alcanzar la cima con su bola de penitente del averno. Pero si es final, solamente queda dar el salto y no pisar las heces para superar la ultratumba y romper la cúpula para ver si el sol está a nuestra izquierda o a nuestra derecha y alcanzarlo con nuestras manos, e iluminar nuestra vida.

La mierda al fin se convertiría en trampolín en lugar de trampa, y las heces en principio fecundador de vida y así poder obtener más vida, con el apoyo de lo que fue anterior, y lo que supone de impulso.

¡Lo logré!, alcancé a comprender el valor de la mierda, y el por qué alguien pagó una fortuna, a lo mejor ya acabada, por un principio de futuro, que ¿quién sabe?, logra reiniciar una nueva vida en este paraíso decadente. A fin de cuentas nacer de esta forma lo hacía el ave Fenix.




martes, 29 de abril de 2008

UN CEREBRO PRESTADO



Estaba en ese silencio que precede siempre a una explosión creativa. Mi mente diría que estaba vacía, y al instante me sentí como flotando, era todo de un color, no rosa, no verde, no azul, era un no color que como un celofán lo envolvía todo,era líquido oloroso y con una sensación de sabor acre, que tiraba de mi mano hacia lo que era una boca abierta, ¿para qué?.

¡PARA EXPLORAR!

El mando a distancia de la televisión se paralizó en la imagen que mostraba en ese momento. Un hombre, al menos parecía eso, colgaba sentado en un arnés y flotando en el cielo, tirado por un racimo de globos de colores. La imagen era bonita, el “niño” era jalado por la ilusión de un ICARO moderno, llegar a tocar el cielo con las manos parece la utopía de cualquier humano, ¡pero con tan poco artilugio, de forma tan simple!, parece un desafío a los dioses del Olimpo.

La ilusión de alcanzar lo inalcanzable, de subir, de alzar los pies de la tierra nos ha hecho siempre mucho daño. Por esa manera de ser que tenemos los humanos, hemos creído siempre que procedemos de los árboles, que un buen día bajamos al suelo, y nos pusimos a andar en equilibrio sobre dos patas. ¡Vaya error!, permitidme que en mi alegoría sea al revés.

Procedemos del suelo feraz que nos hizo crecer hacia arriba. Mirando a nuestro derredor, no nos distinguíamos de los pinos, de los abedules, de los eucaliptos, ni siquiera de los cardos, ni de las distintas clases de yerbas, que junto a nosotros hundían sus raíces en el suelo. Y nos cayeron lágrimas de prisión infinita. Y ¿dónde está la libertad?, gimió algo como espiritual dentro de nuestro tronco.

Otra vez miramos hacia arriba, y a través de las ventanas abiertas por el viento, después de haber llovido, vimos los colores de un arco inmenso, y quisimos alcanzar aquella puerta que se nos ofrecía. ¡Vuelta a la nostalgia!, la opresión en círculos cada vez más grandes, la piedra había sido tirada en el centro de ese infinito lago interior, y las aguas se movieron en un maremoto (el tsunami todavía no existía), que nos arrancó de cuajo de la prisión, lanzándonos hacia arriba, rompimos la cúpula del bosque y nos agarramos con todas nuestras fuerzas al alfeizar de la ventana del Olimpo con una mano, y con la otra al cuerno de una luna –amarilla- en cuarto creciente.

De esa guisa nos encontraron los dioses, balanceándonos y con el terror pintado en nuestra cara de medio simio, pero con los pelos erizados por la ilusión y el salto cualitativo, y los dioses se apiadaron de nosotros, y nos insuflaron el pneuma, una especie de aire de vida, una especie de espíritu, y entre el ruido de sus risas, mirándose los unos a los otros, nos dejaron caer despacio, flotando hasta el suelo.

Cuando llegamos al suelo nos creímos dioses, porque veníamos de arriba, a pesar de que aún apenas teníamos dos pensamientos seguidos, el primero que se nos ocurrió fue crecer y crecer para arrebatar el cielo a los dioses. Para ello lo más urgente es hacernos los amos de la Tierra, y una vez sometida, humillada y puesta toda ella y sus elementos a nuestro servicio, encumbrarnos como los príncipes absolutos, y arriba en el pico más alto, decir: no hay otro dios que YO, y lanzarnos al vacío.

El nuevo amanecer pilló a los dioses, recogiendo los trozos de un príncipe equivocado. Los dioses iban llorando.

martes, 22 de abril de 2008

ELEGIR UN ENTRENADOR

"La razón no se tiene por inercia, a pesar de que el movimiento continúe y parezca que todo funciona bien, porque funciona como siempre, con ese ruido habitual que, de continuo que es, ya no nos afecta , no lo percibimos por rutinario, por lo poco que nos asombra, ya ni siquiera nos disturba, ni nos incomoda, ahí está como la puerta de Alcalá, que ni nos asombra su monumentalidad. Juan Ramón Jiménez decía de la rosa, 'no la toquéis, así es la rosa'. Esta es una razón sin antítesis, sin pasar por el crisol de sus fundamentos y, claro, esta razón y sus razonamientos no sufren el desgaste de las otras razones, y por lo tanto no pueden experimentar su verdad en una justa disputa con contrarios".

Si alguno hay que haya podido entender algo del párrafo de arriba, estoy completamente seguro de que su carrera profesional está en la política. No debe dudar un instante, deberá apuntarse a un partido político y sacar su carné de afiliación, en poco tiempo echará profundas raíces, porque su cerebro está preparado para lo superfluo, para no entender lo evidente y para creer cualquier proyecto tan bien explicado como el descrito.

En seguida su jefe de filas lo sabrá distinguir entre el pelotón de ineptos que no han entendido nada, y lo pondrá como ejemplo del buen miembro del partido.

Se trata de no presentar programa alguno que contenga un mínimo de sindéresis, que se fundamente en proceso de búsqueda contrastada, competente, sin iras superfluas o envidias adivinadas ya desde las mismas estructuras del vestuario, desde el banquillo de los suplentes, desde las cédulas de los distritos de ese partido.

Han perdido y al mismo tiempo han ganado. Siempre ocurre con lo que no tiene sentido. Por eso no es extraño que solamente se ganen competiciones locales, o a lo más intentar ganar fuera de las fronteras el reconocimiento entre aquellos que se juntan para lamentarse en otro idioma.

En lo anterior la política se parece mucho al fútbol. Se gana alguna competición sin importancia, y de la gran competición, que no se gana, siempre tienen la culpa, o bien los jueces que arbitran el juego, o los dineros mal gastados, o la afición que no llena los estadios y no apoya con su "fiebre partidista" al equipo.

Al final es mejor cambiar al entrenador, él siempre tiene que pagar el fracaso de las últimas competiciones.

¡Pero si hemos ganado!, hasta el del bombo y la tele lo celebran, pero la copa la tiene el contrario. Esto es porque no hemos sabido dar la imagen de un equipo ganador, dice el listo de turno. Si hubiésemos presentado a tal o a cual, u otra alineación seguro que otro gallo nos cantara. Nos han robado en el movimiento de banquillo, en el vestuario.

De eso nada, bajemos a los vestuarios, averigüemos "quién les entregó la llave", y discutamos cual debe ser nuestra imagen.

Unos opinarán que hay que cambiar la indumentaria; otros que es mejor cambiar la puerta, o incluso el estadio, que es demasiado grande para jugar en él. Otros que así no se gana nada, que hay que invertir más en publicidad, que todo es cuestión de dinero, de poner nerviosos a los contrarios, de comprar a los árbitros, de dar mejores sueldos a los miembros del equipo para que su fidelidad sea a toda prueba..., o de fichar a tal o cual estrella del momento.

Ninguno piensa en hacer un PROGRAMA en consecuencia, desde un principio hacia unas metas. Lograr el triunfo no es algo que se logre sin sentido común, porque siempre que falta este ingrediente los problemas surgen sin una solución fundamentada, y los parches son tan evidentes que no soportan ninguna situación continuada. Por eso el pasteleo es continuación obligada a la falta de criterios firmes, de programas consensuados con el público, la afición e incluso con los competidores.

De todas formas cada españolito es un presidente de gobierno, y un seleccionador nacional de nuestro equipo, y así nos va.

Lo único que hacen los del banquillo es gritar ¡esa botella de agua, pasadla de una puñetera vez, que ya me toca, y me muero de sed!, ¿y yo? ¡¿cuándo salgo a jugar?!

¡Tú a callar y a ver si entrenas mejor!

lunes, 14 de abril de 2008

EL SINDROME DEL BOTIJO


Tendría yo como dieciséis años, y como la cuestión económica no era muy boyante, y se presentaban tres meses de verano sin planes especiales, había que emplear a fondo la imaginación para sustituir la escasez.

Recuerdo que en esos tan nostálgicos años sesenta, no iban a la playa y lugares de veraneo nada más que los muy ricos o familias de rancio abolengo. Los demás nos contentábamos con pasear en la Casa de Campo o ir al parque del Retiro cuando pintaba bien.

Haciendo un alarde de imaginación, mi madre pensó que si nos apuntaba a un taller escuela en algún centro que estuviese cerca del mar, podríamos disfrutar, al menos los domingos, de un rato en la playa. Pensado y hecho, nos apuntó a mi hermano y a mí a un centro taller-escuela en Málaga. Allí nos fuimos con nuestro aspecto de pardillos, de los que salen por primera vez de la casa familiar, es decir con cara de buenos y alucinados, dispuestos a aprender el oficio de instaladores electricistas, que siempre vendría bien para cambiar “los plomos” cuando sufrían un cortocircuito, o arreglar la plancha de mamá.

Viajamos a Málaga en un expreso que ¡ya quisiera el “expreso de medianoche"!, entre que los asientos eran bancos de madera, y el tren -de los que hoy con gran orgullo visitamos en el museo del tren- de vapor a carbón.

En el mes de julio, sin una gota de agua que refrescase nuestra lengua –todavía no era común la botella de agua- , solamente se me ocurrió ir al w.c. para refrescarme, y al abrir el grifo me sacudió un golpe de aire caliente que estuvo a punto de quemarme la cara; así que empujé la palanca de lo que parecía el vater, y resultó que lo que vieron mis ojos fueron las vías del tren corriendo como caballos desbocados, ¡me asusté! y corrí tanto como las vías hacia el banco del departamento que compartíamos con otros viajeros, entre ellos dos soldados de regulares; una señora ancha de caderas como una camilla, de Tomelloso, que iba a vender quesos y arrope a Vélez Málaga; un cura al que le atufaban los pies porque llevaba sandalias, que creo no se quitó desde su primera tonsura; y cuatro moritos que iban a hacer trasbordo en Córdoba, para ir dirección a Algeciras, acompañados por un guardia civil.

La primera parada en Alcázar de San Juan fue un oasis, un “aguaoor” llevaba dos botijos y por la ventanilla nos alcanzó uno, que con gran fortuna para nosotros recogió uno de los regulares y, mediante el pago de 10 céntimos de peseta -lo que se llamaba un perra gorda-, nos pudimos hacer con unas gotas de agua, ya que no se permitía chupar del piporro, como pesaba bastante se nos derramó el agua por toda la camisa, y todos rieron porque no sabíamos beber en botijo, y nos pusimos rojos de vergüenza mi hermano y yo. Así que uno de los regulares hizo un vasito de papel con una cuartilla, y pudimos apagar nuestra sed.

Cuando llegamos a Málaga, al entrar en la casa donde íbamos a vivir durante tres meses, lo primero que vimos fue un hermosísimo botijo, puesto al fresco en una ventana. Pedimos el permiso correspondiente y nos dispusimos a beber. La sorpresa fue de las que hacen recuerdo, el sabor de aquel líquido no se parecía al agua. Estaba caliente como caldo recién hecho y su sabor era como el olor de una estera vieja mojada, pisada y puesta al sol (creo que así se puede imaginar algo), el salto hacia atrás sorprendió a todos y apunto estuve de tirar al suelo el botijo y romperlo.

El tiempo y la costumbre nos hicieron ir aceptando el sabor y el valor que tenía el agua en esa parte de la península, donde la escasez del elemento y su calidad hicieron que se fuera creando en nosotros la conciencia de su enorme importancia.

Es verdad que en esos años de la dictadura franquista una de las preocupaciones era la regulación de las cuencas de los ríos, yo creo que más por la producción hidroeléctrica que por el consumo humano, “Paco el rana” -así llamaban al dictador durante su mandato, porque construía muchos pantanos, inundando pueblos y paisajes-, aparecía como un moderno Moisés dando de beber a su pueblo en el desierto, con el famoso “Plan Badajoz", y las piraguas surcando las aguas de Entrepeñas y Buendía en mitad de La Mancha, el españolito se hacía la ilusión de vivir en un país escandinavo.

Lo contrario nos ha pasado, tan cómodos en nuestros progresos industriales y políticos, entretenidos en nuestra integración europea, y de tal manera hemos idos desacralizando el agua, que ya no sacamos los santos a la calle para que llueva, y los niños ya no cantan aquello de “que llueva, que llueva, la virgen de la cueva… las nubes se levantan, ... que sí que no que caiga un chaparrón”, ni “el patio de mi casa es particular, cuando llueve se moja como los demás”. Ahora ni la virgen es tenida en cuenta, porque la cosa no va muy bien con los obispos y el concordato está en entredicho, ni el patio es particular, es de la comunidad de vecinos, y está sucio y abandonado.

A lo que voy, en definitiva, es a que estamos en una crisis fundamental para la vida, nos estamos quedando sin agua y los políticos se la niegan por fronteras comunitarias. Desde cuándo lo que cae del cielo es particular. Será necesario volver a la técnica del botijo en los lugares públicos, eso sí con todos los certificados europeos de calidad y los sellos correspondientes medioambientales. Mientras el campo que se riegue como antaño, con los relentes, o habrá que volver a la mística de sacar los santos al campo. En Madrid siempre llueve por San Isidro. ¿Será Verdad?

miércoles, 9 de abril de 2008

VOLVER A NACER


Hay tantas posibilidades de equivocarnos, tantas ocasiones de ser engañados por otros y de engañarnos nosotros mismos, que alguna vez hemos tenido la ocasión de pronunciar o de oír decir: “si volviera a nacer, con la experiencia que tengo…”

Qué equivocado puedo estar, porque si esto fuera así, me he imaginado como un bebé sin sorprenderme de nada, aburrido gris, serio y mustio ante “los cinco lobitos” que me hace mi mamá, o simplemente agachadito en un rincón de la clase, diciéndome para mí: "vaya pérdida de tiempo, todas estas tonterías ya me las se”, y así hasta que llegase el día en que soy engañado, o el día en que meto la pata y me equivoco, porque entonces no estaré preparado, y volverá a sorprenderme la vida.

No se trata de un nacimiento físico sino en el espíritu. Tenemos que ir renovando nuestra psiqué continuamente, revisando en una introspección profunda cómo me presento ante los demás; y si ante el espejo que conforman los prójimos al comunicarse con nosotros he producido un rechazo o, si por el contrario, ese espejo se ha abierto y nos ha cedido el paso a su interior, formando un lazo de unión, amistad y convergencia fundamentales para seguir creciendo.

Hay que salir de “la guardería” para reconocer que nuestros fallos y equivocaciones son productos de nuestra limitación como existir temporalmente. Un indicador de este avance en nuestra madurez es que no nos excusamos por haber hecho algo mal, o no desviamos la culpabilidad hacia otros, seguro que más inocentes que nosotros. Al contrario nos ruborizamos, pero no nos humillamos, sino que nos aceptamos como protagonistas de unos hechos realizados con toda nuestra conciencia, reconociéndonos en nuestros propios actos.

Lo anterior no es una reflexión en vano. Con frecuencia la forma que tenemos de pasar de la niñez a ser adulto es forzar el mal que nuestros históricos han realizado. ¿Si esto lo hicieron nuestros predecesores, por qué no lo voy a hacer yo? No pretendo superar aquellos hechos, y volvemos a frenar en seco nuestra evolución como ser humano.

Para justificarnos los disfrazamos de fidelidad a nuestros antepasados, a los nuestros caídos por una causa u otra. Así tendría sentido que lo que se entregó a la tierra como integrante de la misma, sea buscado para justificar nuestro desacuerdo con los que no piensan como yo. De tal forma que los antepasados islámicos podrían reivindicar desde el “Al andalus” hasta la cueva de Covadonga, y así solamente existirá un solo español auténtico, Don Pelayo.

A esto lo “llaman memoria histórica”, vaya frustración. Ahora resulta que para ser un ciudadano con sentido patriótico tienes que hurgar en los camposantos de pueblos olvidados o en los osarios de ermitas recónditas, para ver si logras hacerte con unos pocos huesos que tengan tu mismo ADN, y así justificar que tu historia ya estaba sentada a la izquierda o la derecha de la cámara de diputados.

Para cuándo dejamos nuestra evolución de la razón. Dónde se ha hecho adulto nuestro espíritu. Seguimos siendo niños. Nos equivocamos y no lo admitimos. Por eso nos pasamos el día discutiendo. Mientras, el Universo evoluciona, el Mundo entero se nos escapa de nuestras manos. Tenemos que volver a nacer, pero cada día. Pasar al otro lado. Darle la vuelta al libro y leerlo del revés, a ver si de una vez nos enteramos de que debemos de estar aquí para algo, y parece que todavía estamos de paso.

lunes, 7 de abril de 2008

¿Y TU QUÉ IDIOMA HABLAS?


Parece sencillo, pero no lo es, aprender una lengua es oficio de una estalagtita o una estalacmita, es decir una paciencia suave, delicada, oscura, como sin esperanza alguna, hasta que "a la vuelta del tiempo", alguien comenta: "pero qué bien habla, se explica como un libro abierto", la altura de sus conocimientos se demuestra por lo bien que se explica.

No diría esto si no tuviéramos diariamente la experiencia de lo mal que hablamos nuestro propio idioma. Estamos todos con un problema de comunicación fundamental. ¡Sí, si parece que le entiendo!, pero me cuesta comprender lo que dice, o lo que dice yo lo entiendo de otra manera, y parece que hablamos distinto idioma.

Esto no supondría problema si nuestro cerebro pudiera comunicar sus juicios de razón, su discurso al margen del lenguaje, sin la limitación de los signos que siempre necesitan de una interpretación en todos los sentidos: porque no he oído bien, porque mi vista no funciona, porque el que habla no modula correctamente o arrastra los vocablos, etc...

El hecho es que empezamos con problemas casi insalvables. Los papás y mamás desde que tienen un bebé emiten continuamente unos sonidos que el cerebro del recién incorporado a esta forma de existir intenta atrapar, analizar y darle correspondencia con lo que otro de sus órganos sensoriales -bien la vista o el tacto en los que carecen de ella, y a veces el incipiente olfato- ha podido captar, para relacionar todo aquello y, con el esfuerzo de todos, comenzar a comunicarnos.

Este proceso es enormemente rápido, y el alubión de información es tan grande que el novato tiene que ir frenando su entrada, y los papás se alejan de puntillas, diciendo psssssss... "ya se ha dormido" (en eso todos se han puesto de acuerdo).

Este ardid de la razón -que diría Kant- nos salva de la "explosión cerebral", pero tenemos en esos instantes un cerebro totalmente nuevo. Imagino lo que pasa con los que intentamos, ya de adultos, aprender otro modelo de lenguaje, usando los conceptos que guarda nuestro cerebro y haciendo traducción a otra combinación del alfabeto que exprese nuestro discurso. El esfuerzo es ímprobo, y si la cultura de la que se procede es diferente en sus fundamentos, la esperanza de aprender un idioma es casi nula.

Pero nuestra razón y nuestro discurso se perjudica gravemente con el uso, cada vez más extendido, de los mensajes por SMS, que son utilizados masivamente por los más jóvenes, con lo que el problema es mayor. Me temo que la creación poética y la prosa que nos deviene pueden sufrir un cambio absoluto, fundamental. A lo mejor se están dando los pasos más sutiles hacia la comunicación sin lenguaje; y para decir a otra persona "te amo" o "te odio" no se necesitará más que una mirada, porque eso ya lo hemos logrado alguna vez. Pero escribir un poema sin palabras, solamente lo ha hecho mi nieta cuando me sonríe desde su cuna.