miércoles, 20 de febrero de 2008

Patitos con arito en la cabeza

Siempre que he ido a una feria y me encuentro con el puesto donde los niños pescan patitos que están flotando en un barreño de agua, y tienen un arito en la cabeza, me vienen a la cabeza pensamientos de demiurgos poderosos, o Gran Hermano movedor de nuestros días. Aunque solamente se trate de un niño con su cañita.

Entendámos esa parábola. Resulta que se acercan las elecciones al parlamento, y "el puesto de los patitos" sufre de repente una aglomeración de aspirantes a dioses, nos tocan la cabeza anillada con sus cañas de pescar, y la verdad nos vuelven locos, incluso a más de uno lo ponen patas arriba, hasta ahogarlo y perder su criterio. De tal manera que con el revuelo que se forma, la discusión, el griterío y la espantada es algo muy normal, a veces me gustaría poder salir volando.
El problema es que desde que nacemos no elegimos ni nacer, nos nacen, nos traen a este mundo sin pedirnos permiso, y así siempre.

Cuando alquien nos pide que elijamos, parece que nos dan la revancha, y que somos los privilegiados a los que nos han dado una cañita. Solamente que se trata de un sueño y la manera más astuta de creernos hacedores de nuestros caminos, y de que esos dioses que se anuncian como pavos reales -no ya unos simples patitos- son nuestros elegidos, y se van a poner a nuestro servicio. Hasta que llega el día después, una sacudida nos despierta y volvemos a estar en nuestra palangana, solamente que con el agua muy movida, incluso algo sucia, porque muchas manos se han metido a ensuciarla. Ahora a esperar otros cuatro años a que alguien nos vuelva a meter en otro sueño, y nos creamos otra vez El Gran Hermano, para poder decirnos a nosotros mismos: ¡Qué poderoso soy, puedo elegir a quién tengo que servir!, soy un siervo que elijo a mi Señor.
Perdonad acabo de despertarme. Hasta mañana.

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