lunes, 14 de abril de 2008

EL SINDROME DEL BOTIJO


Tendría yo como dieciséis años, y como la cuestión económica no era muy boyante, y se presentaban tres meses de verano sin planes especiales, había que emplear a fondo la imaginación para sustituir la escasez.

Recuerdo que en esos tan nostálgicos años sesenta, no iban a la playa y lugares de veraneo nada más que los muy ricos o familias de rancio abolengo. Los demás nos contentábamos con pasear en la Casa de Campo o ir al parque del Retiro cuando pintaba bien.

Haciendo un alarde de imaginación, mi madre pensó que si nos apuntaba a un taller escuela en algún centro que estuviese cerca del mar, podríamos disfrutar, al menos los domingos, de un rato en la playa. Pensado y hecho, nos apuntó a mi hermano y a mí a un centro taller-escuela en Málaga. Allí nos fuimos con nuestro aspecto de pardillos, de los que salen por primera vez de la casa familiar, es decir con cara de buenos y alucinados, dispuestos a aprender el oficio de instaladores electricistas, que siempre vendría bien para cambiar “los plomos” cuando sufrían un cortocircuito, o arreglar la plancha de mamá.

Viajamos a Málaga en un expreso que ¡ya quisiera el “expreso de medianoche"!, entre que los asientos eran bancos de madera, y el tren -de los que hoy con gran orgullo visitamos en el museo del tren- de vapor a carbón.

En el mes de julio, sin una gota de agua que refrescase nuestra lengua –todavía no era común la botella de agua- , solamente se me ocurrió ir al w.c. para refrescarme, y al abrir el grifo me sacudió un golpe de aire caliente que estuvo a punto de quemarme la cara; así que empujé la palanca de lo que parecía el vater, y resultó que lo que vieron mis ojos fueron las vías del tren corriendo como caballos desbocados, ¡me asusté! y corrí tanto como las vías hacia el banco del departamento que compartíamos con otros viajeros, entre ellos dos soldados de regulares; una señora ancha de caderas como una camilla, de Tomelloso, que iba a vender quesos y arrope a Vélez Málaga; un cura al que le atufaban los pies porque llevaba sandalias, que creo no se quitó desde su primera tonsura; y cuatro moritos que iban a hacer trasbordo en Córdoba, para ir dirección a Algeciras, acompañados por un guardia civil.

La primera parada en Alcázar de San Juan fue un oasis, un “aguaoor” llevaba dos botijos y por la ventanilla nos alcanzó uno, que con gran fortuna para nosotros recogió uno de los regulares y, mediante el pago de 10 céntimos de peseta -lo que se llamaba un perra gorda-, nos pudimos hacer con unas gotas de agua, ya que no se permitía chupar del piporro, como pesaba bastante se nos derramó el agua por toda la camisa, y todos rieron porque no sabíamos beber en botijo, y nos pusimos rojos de vergüenza mi hermano y yo. Así que uno de los regulares hizo un vasito de papel con una cuartilla, y pudimos apagar nuestra sed.

Cuando llegamos a Málaga, al entrar en la casa donde íbamos a vivir durante tres meses, lo primero que vimos fue un hermosísimo botijo, puesto al fresco en una ventana. Pedimos el permiso correspondiente y nos dispusimos a beber. La sorpresa fue de las que hacen recuerdo, el sabor de aquel líquido no se parecía al agua. Estaba caliente como caldo recién hecho y su sabor era como el olor de una estera vieja mojada, pisada y puesta al sol (creo que así se puede imaginar algo), el salto hacia atrás sorprendió a todos y apunto estuve de tirar al suelo el botijo y romperlo.

El tiempo y la costumbre nos hicieron ir aceptando el sabor y el valor que tenía el agua en esa parte de la península, donde la escasez del elemento y su calidad hicieron que se fuera creando en nosotros la conciencia de su enorme importancia.

Es verdad que en esos años de la dictadura franquista una de las preocupaciones era la regulación de las cuencas de los ríos, yo creo que más por la producción hidroeléctrica que por el consumo humano, “Paco el rana” -así llamaban al dictador durante su mandato, porque construía muchos pantanos, inundando pueblos y paisajes-, aparecía como un moderno Moisés dando de beber a su pueblo en el desierto, con el famoso “Plan Badajoz", y las piraguas surcando las aguas de Entrepeñas y Buendía en mitad de La Mancha, el españolito se hacía la ilusión de vivir en un país escandinavo.

Lo contrario nos ha pasado, tan cómodos en nuestros progresos industriales y políticos, entretenidos en nuestra integración europea, y de tal manera hemos idos desacralizando el agua, que ya no sacamos los santos a la calle para que llueva, y los niños ya no cantan aquello de “que llueva, que llueva, la virgen de la cueva… las nubes se levantan, ... que sí que no que caiga un chaparrón”, ni “el patio de mi casa es particular, cuando llueve se moja como los demás”. Ahora ni la virgen es tenida en cuenta, porque la cosa no va muy bien con los obispos y el concordato está en entredicho, ni el patio es particular, es de la comunidad de vecinos, y está sucio y abandonado.

A lo que voy, en definitiva, es a que estamos en una crisis fundamental para la vida, nos estamos quedando sin agua y los políticos se la niegan por fronteras comunitarias. Desde cuándo lo que cae del cielo es particular. Será necesario volver a la técnica del botijo en los lugares públicos, eso sí con todos los certificados europeos de calidad y los sellos correspondientes medioambientales. Mientras el campo que se riegue como antaño, con los relentes, o habrá que volver a la mística de sacar los santos al campo. En Madrid siempre llueve por San Isidro. ¿Será Verdad?

9 comentarios:

nuria ruiz de viñaspre dijo...

Ya no se escuchan historias así, Rafa. Qué delicia que a través de tu mano, las podamos recuperar con ojos. Es c ierto, ya los niños no cantan “la virgen de la cueva...”, ya los niños no cantan. Tampoco hay agua.
El agua. Todo debiera ser agua. Agua gótica, alargada o herida. Todo debiera ser agua. ¿¿Qué fue de aquellas calles en las que se escurría con afán las incontrolable lluvias, recorriendo largos caminos bajo el suelo?? Todo debiera ser agua.

Gracia Iglesias dijo...

Tienes razón, ya no llueve ni cantamos para que llueva y las fronteras han convertido el agua en materia de discusión. Sin embargo, quiero aprovechar tu post para dejar constancia de cómo entre los políticos y los medios, a costa de la "crisis del agua" se ha dejado bien claro que hay zonas de primera y de segunda. Mientras el trasvase del Ebro se ha paralizado con la fuerza de un estatuto y sus aguas se desbordan por el bien (según dicen) de la sardina y el arenque perdiéndose cada año millones de litros que podrían calmar la sed del litoral mediterráneo, Entrepeñas y Buendía, esos embalses que tú citas y que en tiempos de “paco el rana” fueron la Escandinavia española, se han secado casi absolutamente y apenas están el 9 por ciento de su capacidad, porque un trasvase vampirizante ha estado décadas regalando el precioso líquido a los campos de golf y regadíos murcianos. Los pueblos que en los sesenta fueron literalmente arrasados por esos pantanos (sus mejores tierras, las de la ribera, anegadas y su productividad agrícola eliminada de un plumazo), aprendieron a vivir de ese turismo de “mar interior” que ahora va a Murcia porque ya las piraguas no pueden navegar. Las tiendas no tienen a quien vender; la hostelería no tiene a quien atender; los pantanos casi secos y lodosos apestan a descomposición de algas y peces muertos y hay insoportables plagas de mosquitos, los vecinos se marchan de los llamados municipios ribereños porque no hay negocio y los pueblos se quedan abandonados junto a lo que ya no es siquiera un embalse sino poco más que un charco que apenas llena lo que fue el cauce natural del Tajo en otro tiempo. Pero de eso no hablan los medios. Sí de los catalanes y de que siempre se salen con la suya (Almería, con una densidad pluvial mucho menor lleva agua en barcos a las costas catalanas ¿dónde se ha visto?) Estoy a favor de la solidaridad y de una red de aguas que nos de beber a todos. Pero me saca de quicio comprobar que no sólo hay españoles de primera, de segunda y de tercera, sino que en materia de comunidades autónomas hemos avanzado muy poco durante la democracia.

Perdón por haberme extendido tanto, Rafa, es que has tocado un tema sobre el que estoy muy sensibilizada desde que me he vuelto alcarreña de adopción.

Anónimo dijo...

Yo de aguas no entiendo mucho pero me ha encantado la historia del curso de electricista ( y nunca vio nadie un cursillo tan aprovechado!!). Es triste que también el agua sea orígen de disputa y es que parece que todo el mundo se olvida de ella hasta que falta. Yo también recuerdo los botijos de El Monte, cuando mamá o la abuela los llevaba a la picina, al principio fresquitos y con sabor a barro y luego con el sabor que tú tan bien has descrito.
En fin, una reflexión preciosa, gracias por no olvidarte de escribirnos algo.
Un besito.

Anónimo dijo...

Del agua no te quito la razón... pero hubo políticos que amañaron mucho un sistema de "redes de agravios" que es "hidrófugo". De tantos nos al trasvase del Ebro, de tantos nos al trasvase del Tajo... de tantos nos y de "ningún control" en la cuenca receptora, crearon insolidaridad, bloqueos "ecológicos" de caudales en el Ebro y dificultades que "ellos mismos" resolverán porque han resultado afectados.

Trasvase a Cataluña que es de mi color... y negamos el agua a Valencia y Murcia que son del otro color.

Así de sencillo.

Recuerdos desde mi pecera.

Gracia Iglesias dijo...

Así me gusta, que abras la puerta de tu laberinto desde la ventana de otros espacios. Hoy he llegado hasta ti a través de los gatos.

Anónimo dijo...

Qué dices de los gatos? a ti se te pira eh?? ji,ji. Siempre hablando de gatos...
Un besito.

nuria ruiz de viñaspre dijo...

Me aventuraría a creer que fue a través de un hilo conductor minino el que esta vez trajo a Gracia hasta el Minotauro. ¿Breve secuencia entrelazada de clics gatunos?

Anónimo dijo...

leyendote me ha entrado una terrible sed, de agua de pensamiento de deseo... en mi vida el botijo tambien ha jugado un importante papel en los fuertes estíos manchegos, ¿como vivir sin él? no hay refresco por muy sofisticado que se nos presente que pueda suplir ese botijo de antaño capaz de calmar la sed y refrescarte con esa agua caldorra Y CON SU CARACTERÍSTICO SABOR

Anónimo dijo...

Gracias por tu paseo por "mi pecera". En Aragón somos solidarios pero ahora damos caña a los incongruentes. Trasvasistas con Borrell, no trasvasistas con Narbona y vuelta a trasvasar con Espinosa. Que todos puedan beber... pero además de este agua la de la cordura.

¿Hay algún manantial con esas propiedades? Volvernos cuerdos, sensatos, verdaderos, leales...

frid