lunes, 7 de abril de 2008

¿Y TU QUÉ IDIOMA HABLAS?


Parece sencillo, pero no lo es, aprender una lengua es oficio de una estalagtita o una estalacmita, es decir una paciencia suave, delicada, oscura, como sin esperanza alguna, hasta que "a la vuelta del tiempo", alguien comenta: "pero qué bien habla, se explica como un libro abierto", la altura de sus conocimientos se demuestra por lo bien que se explica.

No diría esto si no tuviéramos diariamente la experiencia de lo mal que hablamos nuestro propio idioma. Estamos todos con un problema de comunicación fundamental. ¡Sí, si parece que le entiendo!, pero me cuesta comprender lo que dice, o lo que dice yo lo entiendo de otra manera, y parece que hablamos distinto idioma.

Esto no supondría problema si nuestro cerebro pudiera comunicar sus juicios de razón, su discurso al margen del lenguaje, sin la limitación de los signos que siempre necesitan de una interpretación en todos los sentidos: porque no he oído bien, porque mi vista no funciona, porque el que habla no modula correctamente o arrastra los vocablos, etc...

El hecho es que empezamos con problemas casi insalvables. Los papás y mamás desde que tienen un bebé emiten continuamente unos sonidos que el cerebro del recién incorporado a esta forma de existir intenta atrapar, analizar y darle correspondencia con lo que otro de sus órganos sensoriales -bien la vista o el tacto en los que carecen de ella, y a veces el incipiente olfato- ha podido captar, para relacionar todo aquello y, con el esfuerzo de todos, comenzar a comunicarnos.

Este proceso es enormemente rápido, y el alubión de información es tan grande que el novato tiene que ir frenando su entrada, y los papás se alejan de puntillas, diciendo psssssss... "ya se ha dormido" (en eso todos se han puesto de acuerdo).

Este ardid de la razón -que diría Kant- nos salva de la "explosión cerebral", pero tenemos en esos instantes un cerebro totalmente nuevo. Imagino lo que pasa con los que intentamos, ya de adultos, aprender otro modelo de lenguaje, usando los conceptos que guarda nuestro cerebro y haciendo traducción a otra combinación del alfabeto que exprese nuestro discurso. El esfuerzo es ímprobo, y si la cultura de la que se procede es diferente en sus fundamentos, la esperanza de aprender un idioma es casi nula.

Pero nuestra razón y nuestro discurso se perjudica gravemente con el uso, cada vez más extendido, de los mensajes por SMS, que son utilizados masivamente por los más jóvenes, con lo que el problema es mayor. Me temo que la creación poética y la prosa que nos deviene pueden sufrir un cambio absoluto, fundamental. A lo mejor se están dando los pasos más sutiles hacia la comunicación sin lenguaje; y para decir a otra persona "te amo" o "te odio" no se necesitará más que una mirada, porque eso ya lo hemos logrado alguna vez. Pero escribir un poema sin palabras, solamente lo ha hecho mi nieta cuando me sonríe desde su cuna.

4 comentarios:

Gracia Iglesias dijo...

Cómo me ha gustado esta reflexión. Sobre todo el final. Tienes razón cuando dices que no sabemos comunicarnos correctamente, y no sólo por culpa de las nuevas tecnologías (que también), sino porque cada vez se tiene menos cuidado con la pulcritud del lenguaje.
Me saca de quicio, por ejemplo, el laísmo, queismo y falta de cuidado con las conjunciones del que presumen los comunicadores tanto en la prensa como, especialmente, en la televisión y en la radio. No es de extrañar, por tanto, que en la calle sea prácticamente imposible encontrar a una sola persona que hable con pulcritud. De hecho, cuando alguien cuida especialmente su corrección a la hora de hablar (no porque piense en ello, sino porque se ha formado y le complace hablar en castellano) muchos le miran como a un bicho raro.
Y qué decir de las faltas de ortografía y gramática en el lenguaje escrito. Paseando por la red o leyendo el periódico mis pupilas son continuamente agredidas con barbaridades que a los perpetradores del texto les parecieron perfectas en el momento en que decidieron lanzarlo al mundo. En la era de los correctores ortográficos nadie se molesta siquiera en darle al botón y mucho menos (¡qué gran esfuerzo!) en releer lo que ha escrito. Lo peor es que con la proliferación de la autoedición y de los formatos digitales, también los libros (antiguos templos de la sabiduría entre páginas) están plagados de barbarismos y disparates sólo en lo que respecta a la forma de expresión (no digamos ya en el contenido).
Sé que el post iba más bien por la dificultad de aprender las nuevas tecnologías, pero de eso no te digo nada, porque lo estás haciendo muy bien. Tu blog mejora cada día ¿no?

nuria ruiz de viñaspre dijo...

¡Qué bueno que aún exista algo que responde al nombre de lenguaje y a ese otro conocido lenguaje corporal, ese que siempre habla por nosotros mismos! Porque las manos van por otro camino diferente a la boca, hablan y hablan y lejos de los preceptos del lenguaje se aventuran a subir sin paracaídas en este conocido vehículo aéreo que son las palabras. Y las palabras, las bien dichas, son pequeños planetas hexagonales que me caen como bendiciones… Para mí el lenguaje es tan selvático, tan frondoso y desmesurado...
Olvidémonos de momento de aquellos sms que tantas distancias acortan tragándose letras y letras, para no construir si quiera ni un puente de palabras, qué mensajes inexplicables.

Ah, Rafa, te vas a reír, pero el dibujo que has elegido a mí se me parece a un pájaro recién caído y abierto de alas. Me pareció curiosa la imagen.

nuria ruiz de viñaspre dijo...

Ah, y suscribo el comentario de Gracia. Todo lo que no sea pulcritud o por lo menos un intento de pulcritud, es gratuito y además ofensivo. Ya no se cuidan las palabras

Gracia Iglesias dijo...

Sí, son curiosas las alas de esa especie de pájaro electrónico. No lo había pensado así, pero tiene su aquel la cosa.