miércoles, 12 de marzo de 2008

Los nuevos pecados capitales

Cuando íbamos a confesarnos por cuaresma, el cura sin pizca de delicadeza, y sin tener en cuenta la vergüenza que sentíamos aquellos niños de los años sesenta, nos animaba a decir los pecados cometidos y para ello nos preguntaba: ¿cuántas veces?, ¿has hecho manipulaciones?, ¿te has toqueteado?...

Se nos ponía desbocado el corazón; rojos y llorosos, le decíamos lo que quería oír: seis veces, diez veces, ¡lo que fuese!, con tal de que nos pusiera una penitencia y nos dejara ir. Yo creo que eso del sacramento de la penitencia estaba bien puesto, porque cada uno retrasaba más el ir a confesarse, ya que no éramos masoquistas. No queríamos pasar por semejante martirio, y si uno se manipulaba pues allá él con su buen o mal rato.

Hoy al parecer ya no preguntan eso. Ahora, según el Vaticano, parece que van a preguntar si hemos hecho “manipulaciones genéticas”. A lo mejor quieren decir lo mismo pero en más moderno, porque digo yo, ¿tengo alguna oportunidad de manipular genéticamente embriones? O acaso puede ser que esté pecando cuando intento darme un crecepelo para evitar mi alopecia irreversible.

Pero aún será peor cuando haga mi examen de conciencia y me vea pecador por hacer intentos por vivir mejor. ¿Seré obsceno porque tuve la tentación de jugar a la loto a ver si me puedo comprar un coche nuevo, a expensas de que a otro no le toque y a mí sí?

Lo que creo es que ya no creen en el evangelio y, con el afán de renovarse o morir, parece que el medio ambiente les empieza a preocupar. Esto es muy extraño, porque fue el Vaticano quien puso -pusieron- en la picota de ser casi un hereje a Pierre Teilhard de Chardin, cuando en 1961 publicó en París su “Himno del Universo”, con sus apartados “La potencia espiritual de la materia” y “la misa sobre el Mundo”. Si hubiésemos amado y respetado nuestro mundo con el espíritu de Teilhard, hoy no tendríamos que haber convocado la conferencia de Kyoto, y la Iglesia vaticana no se habría sacado un nuevo pecado capital.

Pienso que Jesús de Nazaret vino a traer un mensaje muy concreto: “amaos los unos a los otros, como yo os he amado”, “amad a vuestros enemigos”. No el fácil chiste de: “no tires ese papel al suelo, sobretodo ese rubito de allí, que le voy a dar un capón”. Jesús era más dulce y serio.

Hablar de injusticia social está muy bien, pero no creo que ningún jefe de estado o ningún político, ninguna multinacional, ningún grupo étnico o raza vaya a una iglesia a confesarse por sus injusticias en materia de inmigración, o injusticias sociales para con los pobres de este mundo.

Entonces, pobre viejuca que acude a su parroquia del barrio, ya no tendrá que ir a confesarse, está salvada de ¡los antiguos pecados!; ya no existen, y los nuevos no los entiende. Lo mejor es no confesarse. Con esto no tienen que pasar la vergüenza que pasábamos los chicos de entonces, cuando los curas nos preguntaban: ¿Cuántas veces? Ahora, tendré que vigilar no tirar colillas al monte, ni hacer barbacoa en la playa, no sea que pierda el cielo, además de perder la tierra.

1 comentario:

Gracia Iglesias dijo...

Tienes razón, pobre viejecitas, ya no van a poder ni confesarse a gusto.
Qué terriblemente humana es la Iglesia y qué equivocada está cuando cree que con este tipo de medidas se acerca más al mundo. Hay otros problemas mucho más urgentes a los que siguen dando la espalda. Lástima, porque Dios no es así.