domingo, 9 de marzo de 2008

No Quiero ser un Chiquilicuatre

Cuando me remonto en los recuerdos de mi niñez, siempre tengo la imagen de mi padre, muy feliz, el día que apareció en casa con un señor enjuto, alto y con un traje bastante lampareado de grasa, asegurando que era el mejor maestro de su pueblo; que nos iba a dar clases particulares, con el fin de que nunca fuésemos unos "chiquilicuatres" en la vida. “Ah, que sepáis, se llama Don Miguel.
Mi hermano y yo nos miramos -teníamos cinco años y las rodillas destrozadas de jugar a las chapas, en la acera de la calle-, interrogándonos: ¿chiquilicuatre?. Nos miramos las manos y las rodillas, ¿será por eso?. Lo que quedaba claro es que las letras y las cuatro reglas: sumar, restar, multiplicar y dividir, iban a mejorar nuestras rodillas; al menos no tendríamos que frotarlas tan fuerte con el estropajo de esparto, en el baño de los sábados.
¿Sería eso lo que llamaban hacerse mayor? Lo estuvimos comentando durante muchos días, y algunos progresos hacíamos cuando, con sorpresa, oímos a dos señoras que, señalando a un pobre hombre sucio y mal vestido que cargaba con un saco de leña, se dijeron la una a la otra: “mira el pobre Antonio. Desde que murió su mujer está hecho un chiquilicuatre”.
¡Ya está!, chiquilicuatre significaba ir hecho un desastre y eso a causa de ser viudo. “No habrá problema”, me dije, “yo no seré nunca un chiquilicuatre, porque si no me caso, jamás podré ser un viudo, y mi madre se cuidará siempre de que no vaya hecho un guarro”. “Que no”, dijo mi hermano, “que eso debe ser algo peor, algo de mayores, porque se lo he preguntado a Don Miguel y me ha dicho que ser un chiquilicuatre es ser muy poca cosa”.

Con esa idea hemos vivido durante años. Por eso cuando me he enterado de que en el próximo festival de la canción Eurovisión nos iba a representar un tío que se llama Chikilicuatre, he pensado que cada vez TVE gasta menos dinero en que se nos represente fuera de España; será por la recesión económica. O a lo mejor se trata de bajarnos los pantalones y enseñar a Europa nuestra cloaca, con el fin de que se den cuenta de que lo peor nuestro es algo mejor que lo más excelso de ellos.

De todas formas, yo me voy a poner el disco del "chiqui, chiqui", para no hacer el ridículo este verano en el chiringuito. Ya me va saliendo mejor lo del maiqueljanson, y el robocop.

3 comentarios:

Gracia Iglesias dijo...

Ya me harás una demostración del maiqueljason y del robocó ¡no me lo perdería por nada del mundo!

nuria ruiz de viñaspre dijo...

Me quedo con la imagen de la infancia. Aquella niñez en la que la tragedia de una caída la celebrábamos como héroes. Éramos niños de barro rebosantes de una musculatura que hoy asoma casi oxidadada. La sencillez era nuestro secreto, y en aquel país de niños nos hacía regios, nos hacía libres. Me quedo con la “panda de amigos” con la que uno crece y con la que va descubriendo el camino de la vida, herida tras herida, y tan acompañado por aquellos amigos de sangre. Éramos fuertes y demostrábamos el coraje que teníamos ante la vida enseñando nuestras heridas en unas rodillas que se abrían de golpe, como se abre de golpe una fruta. Particularmente recuerdo haber jugado muchísimo en las aceras, en la calle, eran otros tiempos. Y eran aquellas heridas las que íbamos alimentando de ingredientes como barro y sangre. Recuerdo aquellas postillas en mi piel de arcilla como mis pequeños triunfos ante la vida, las heridas abiertas siempre nos convertían en héroes y en ese puesto permanecíamos hasta que la sangre se secaba y la postilla caía, como nuestro pequeño reino.. Hoy, todo ha evolucionado, bueno, menos Eurovisión, creo, jeje. Pero tienes razón, si no nos la aprendemos, acabaran tachándonos de insociables… y retrógrados, en fin- que no sé si los chiquilicuatres nos llegan de aquellos chiquilicuatros que antaño definía a los mequetrefes, -palabra casi perdida-
Encantada de saludarte
… ah, llegue aquí por gracia

Anónimo dijo...

La pandilla era fundamental, todo se movía en su alrededor, en ella aprendimos a jugar, y en la adolescencia aprendimos a amar, y sentimos los adioses de cada miembro como una pérdida casi irreparable, sin darnos cuenta que eso nos estaba haciendo crecer.Pero la relación la hemos mantenido en el tiempo y a pesar del tiempo, por eso aún hoy día sigo queriendo.
Del chiste chiquilicuatro sobre el que comenté, basta dejarlo como tal chiste.
Bienvenida a mi post, espero saludarte de vez en cuando.
rafa.